domingo, 27 de diciembre de 2009

Hernandarias y los Judíos

Expulsión de Judíos
de Buenos Aires

Hernando Arias de Saavedra fue, quizás, el último representante del espíritu de la conquista en el Río de la Plata. Había nacido en Asunción del Paraguay, cabeza de la gobernación del Río de la Plata, el 10 de septiembre de 1561. Fue su padre el capitán español Martín Suárez de Toledo y su madre doña María de Sanabria; medio hermano de Fernando de Trejo y Sanabria, que hacia fines del siglo XVI era obispo del Tucumán y uno de los fundadores de la Universidad de Córdoba. Hombre culto, prudente y generoso, de caballerescos modales y grandes iniciativas, era sumamente versado en historia romana, que según algunos historiadores, llegó a sus manos a través de las tan comunes abreviaciones españolas de aquellos días. Educado en el convento franciscano de su ciudad natal, integró sus milicias para marchar a la guerra contra las tribus fronterizas que hostigaban a la población cristiana. Hernandarias se enroló en la expedición a la Ciudad de los Césares organizada por el gobernador Abreu (1578), participó en la fundación de Salta, formando en las milicias de don Hernando de Lerma y estuvo a cargo del ganado destinado a la segunda fundación de Buenos Aires emprendida por su futuro suegro, don Juan de Garay, a quien acompañó como cabo segundo en su expedición a las sierras de Tandil y de la Ventana.
El puerto de Buenos Aires pululaba con patrones de buques negreros, contrabandistas, traficantes, estafadores, capataces de esclavos, usureros. Aventureros de toda laya y hasta representantes de la asociación esclavista internacional con sede en Amsterdam. Muchos de ellos rápidamente alcanzaron posiciones más desahogadas que los “beneméritos”, antiguos pobladores que vivían del producto de la tierra o de los oficios tradicionales. En esos años en Buenos Aires ya contaban más los doblones que los blasones.El florecimiento del comercio ilegal perjudicaba a Lima y a la Corona, por lo que fue enviado Hernando Arias de Saavedra para ponerle coto. Lideró a los criollos y mestizos “beneméritos”, hijos y nietos de españoles de la conquista, sociedad feudal apoyada en la tenencia de la tierra, la encomienda de indios y el aprovechamiento de los “cimarrones” que campeaban libremente en la pampa; del otro lado, los “confederados”, el contubernio de los corruptos funcionarios de la Corona y los contrabandistas inescrupulosos, en su mayoría portugueses “marranos”, judíos falsamente conversos huidos de la Europa inquisitorial. Leal a sus principios, Hernandarias se opone a esa corruptela y logra, en 1603, que el rey de España dicte una cédula ordenando la expulsión de los portugueses de Buenos Aires, que llegaron a ser tantos y tanto su poder que el Plata era, virtualmente, un enclave comercial del Portugal. La expulsión fue por ser sospechosos en asuntos de fe”. En esos tiempos los porteños, sin minas ni indios para encomendar, subsistían gracias al tráfico ilegal. Los mercaderes ponen en acción sus influencias y sobornos, y logran que el obispo de Asunción, fray Loyola, dictamine que la cédula real sea “reverenciada, pero no cumplida”, lo que parece tener vigencia en nuestros días ante no pocas leyes.
A la ciudad rioplatense llegó un nuevo gobernador, Marín Negrón quien, honesto, en la senda de “Hernandarias”, se propuso terminar con tanto desmadre. No correría a los contrabandistas como “portugueses” sino como “judaizantes”. Se llamaba así a los judíos que simulaban haberse convertido al catolicismo pero que, clandestinamente, mantenían las prácticas de su religión original. El gobernador Negrón informa al Rey el 15 de junio de 1610 sobre “el gran desorden en la entrada de portugueses (...) está el lugar tan lleno de ellos (...) la mayor parte de los habitantes ya lo son, y me dicen que también lo está de esta mala semilla la provincia del Tucumán”. Un Tribunal de la Inquisición establecido en Buenos Aires, “con fuerza suficiente para hacerse respetar (...) evitaría daños en este puerto y todas las provincias del Reino del Perú alejadas del Tribunal de Lima”. En julio de 1613 Marín Negrón da un golpe fuerte al “contrabando ejemplar” al establecer que las subastas de cargas ilegales por “arribadas forzosas” (donde nadie osaba hacer ofertas contra los “confederados”) se hiciesen previa tasación del gobernador, y a su “justo precio”. Fue demasiado. El 26 de julio moriría repentinamente. Una información posterior del pesquisidor de la Audiencia de Charcas, Enrique de Jerez, reuniría presunciones de que fue envenenado. Los “beneméritos”, deseosos de volver a los buenos tiempos en que el honor valía más que el dinero, instan a “Hernandarias” a regresar al gobierno
Designado nuevamente gobernador de Buenos Aires para el año 1615, tras haber demostrado aptitudes para una administración ejemplar de la cosa pública, adoptó enérgicas medidas en defensa del vecindario y su comercio, razón por la cual, expulsó de la ciudad a judíos portugueses que simulando ser católicos practicantes, ejercían el contrabando en desmedro de la economía regional. Hernandarias inició el proceso con el título ‘de los excesos y desórdenes del puerto de Buenos Aires’ a cuya trascendencia debemos atribuir todas las calamidades que ocurrieron en la ciudad desde entonces y que debían alcanzar casi un siglo de duración. Muchos vecinos fueron procesados, llegando a tal punto los procedimientos que se paralizaron las pesquisas por extinguirse las existencias de papel. Hernandarias repuso las ordenanzas de la Metrópoli, y al fin, después de comprobar la resistencia de los complicados, asistió a las luchas del vecindario entre beneméritos y confederados, origen de los dos primeros partidos de nuestra vida política. Colocado en la gobernación con el título de Juez Pesquisidor con que lo invistió la real audiencia de Charcas, se instituyó en juez implacable de los contrabandistas. Hernandarias se retiró a la vida privada pero al poco tiempo, sufrió injusta persecución por parte de su sucesor, el navarro Diego de Góngora. Contrabandistas perseguidos y expulsados por don Hernando, regresaron a la ciudad y al amparo del gobernador, se transformaron en individuos influyentes con gran poder de decisión sobre vidas y haciendas, hasta tal punto, que llegaron a convertir a los funcionarios de gobierno en simples marionetas.
De regreso en Santa Fe, vivió allí los últimos seis años de su vida, respetado y ad
mirado por todos los habitantes de la gobernación, siendo la suya, palabra autorizada y requerida en cuanta iniciativa se emprendía por entonces. Falleció en 1634, a los 72 años de edad. Hernandarias fue el prototipo del guerrero español en estas latitudes, audaz, valeroso y temerario. Fue quizás uno de los últimos modelos de la conquista. Como gobernante llevó a cabo una obra magna, impartiendo justicia, administrando con prudencia, manejando los caudales públicos con rectitud, limpiando de vagos y delincuentes la provincia y persiguiendo al contrabando con dureza. Bajo su administración se establecieron las misiones jesuíticas en el Paraguay y Misiones, se edificaron iglesias y se repararon templos, se abrieron caminos y se pusieron en práctica leyes justas que a todos beneficiaron. Fue ejemplo de caballero cristiano y sinónimo de nobleza hispana.
En la actualidad, la comunidad judía de Argentina es la más importante de América Latina, y se encuentra entre los cinco países con mayor número de judíos en el mundo, fuera del "Estado" de Israel. En la ciudad de Buenos Aires reside una de las más numerosas e influyentes comunidades judías del todo el mundo, la misma ciudad-puerto de donde fueron expulsados a principios del siglo XVII, hecho que se omite en nuestra historia, al igual que la magna figura de don Hernando, el nacido en tierras asunceñas.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Combate de Monte Chingolo

Batallón de Arsenales 601
"Domingo Viejobueno"
1975 - 23 de Diciembre - 2009


Nuestro recuerdo y homenaje a sus Defensores
contra el ataque subversivo del E.R.P.


Frente a la permanente reinvindicación de los operativos terroristas que surgen desde el seno de este régimen corrupto y entreguista, los Argentinos que no nos rendimos tenemos bien en claro en nuestra MEMORIA lo ocurrido en aquellos años.

-Agrupación QueNoQuedeNinguno-

Salvador Allende

¿Cómo Murió Salvador Allende?
ALAIN AMMAR: LA CUBA NOSTRA O EL SECRETO DEL ASESINATO CUBANO DE SALVADOR ALLENDE.
La muerte de Salvador Allende Gossens hace 36 años, el 11 de septiembre de 1973, tuvo no solamente efectos practicos en la historia de Chile sino que también -y muy significativamente- relevantes aplicaciones en el nivel simbólico no solo en el ámbito chileno sino como un referente en Nuestro Continente y en la Madre Patria Europea: o como un reconocimiento de su incapacidad para gobernar las fuerzas sociales desatadas, o como una demostración de que es imposible construir el socialismo con las instituciones democráticas formales de la pequeña burguesía republicana, o como la consecuencia heróica de un adalid de las masas populares, o como el sacrificio en aras de conjugar las libertades democráticas con las igualdades socialistas... Unos sostuvieron que Allende fué asesinado por los militares que irrumpieron en el sitiado Palacio de La Moneda (a pesar de que eso no respondía a la lógica de la conveniencia del "Pronunciamiento Militar" pues construía una imagen de Allende como mártir) y otros han concluído que Allende se suicidó emulando de alguna manera al Presidente José Manuel Balmaceda en 1891 (conclusión basada en que ALLENDE YA ESTABA MUERTO CUANDO LOS PRIMEROS MILITARES LLEGARON AL SALÓN DONDE ESTABA SU CUERPO). Pero en el 2005 en Francia ha aparecido a la luz pública un trabajo de investigación histórico-periodístico basado en fuentes cubanas que demuestra que ambas versiones de la muerte de Allende son falsas pues ALLENDE YA ESTABA MUERTO CUANDO LOS PRIMEROS MILITARES LLEGARON AL SALÓN DONDE ESTABA SU CUERPO por la sencilla razón de que había sido ultimado por agentes de la Inteligencia Político-Militar Cubana siguiendo instrucciones claras y precisas del Comandante Fidel Castro de que si Allende llegara a mostrarse cobarde en los momentos culminantes debía ser ultimado para que se pudiera seguir explotando su imagen como la de un combatiente consecuente hasta dar la vida si fuera necesario. Estamos practicamente en el 2010, a casi 5 años desde que se editó ese libro en francés, y todavía no sabemos de ninguna editorial que lo haya traducido al castellano. ¿Cuales son los temores? Es politicamente demasiado incorrecto que alguna editorial lo publique para que pueda circular en Chile, por lo menos? No se merecen acaso los chilenos (y las personas de todos los países en donde se ha explotado la imagen de un Allende heroico) saber la verdad sobre la muerte de uno de sus presidentes -y más aún de uno de sus presidentes más gravitantes en la historia chilena del Siglo XX- ? Por lo menos contamos con las siguientes reseñas: La verdad histórica de la muerte de Allende. El libro revelador fué publicado en Francia en el 2005. Han pasado 5 años y es una verguenza que ninguna editorial chilena todavía no haya sacado una edición en castellano, siendo que es un libro histórico destinado a romper todos los esquemas impuestos por los allendistas y los antiallendistas interesados en distorsionar el hecho de esa muerte y de utilizarla a su amaño: ALLENDE FUÉ ASESINADO POR EL AGENTE MILITAR CUBANO PATRICIO DE LA GUARDIA. Ni asesinado por los militares ni suicidado al modo heroico del Presidente Balmaceda. Allende murió a manos de sus pretorianos cubanos En el 2005 salió a la luz en París el libro Cuba Nostra, les secrets d'Etat de Fidel Castro (425 pags.) de Alain Ammar un periodista conocedor de Cuba y América Latina, donde el autor analiza las declaraciones de dos agentes de inteligencia cubanos: Daniel Alarcón (alias Benigno, sobreviviente de la guerrilla del Che en Bolivia) y Juan Vives. En el libro se desvelan elementos nuevos sobre la muerte de Salvador Allende, donde se asegura que Allende ni se suicidó ni murió bajo las balas de los golpistas sino que fue asesinado por uno de los agentes del comunismo cubano que estaban encargados de su protección. Según Vives, exiliado desde 1979, ex agente secreto de la dictadura y sobrino de Osvaldo Dorticós Torrado, ex presidente marioneta cubano desde 1959 a 1976 (y que fue “suicidado” en obscuras circunstancias en 1983), Allende corría por los pasillos del segundo piso del palacio muerto de miedo y gritando: "¡Hay que rendirse!" pero antes de que pudiera hacerlo, Patricio de la Guardia, el agente de Fidel Castro, hoy condenado a 30 años en las cárceles castristas, encargado directo de la seguridad del mandatario chileno, esperó que éste regresara a su escritorio y le disparó una ráfaga de ametralladora en la cabeza. Luego, puso sobre el cuerpo de Allende un fusil para hacer creer que éste había sido eliminado por los golpistas y regresó al primer piso del edificio en llamas donde lo esperaban los otros cubanos. Posteriormente abandonaron sin dificultades el palacio de la Moneda refugiándose en la embajada de Cuba, cercana al lugar. Patricio de la Guardia, según los autores del libro, no fue fusilado junto con su hermano Tony cuando la farsa de juicio al General cubano Arnaldo Ochoa porque Patricio habría dejado en un cofre de un banco panameño un documento comprometedor que implicaría a Castro directamente en la muerte de Salvador Allende, documento que sería desvelado en caso de muerte de Patricio de la Guardia. Esta versión del fin dramático de Salvador Allende, que contradice las dos anteriores casi oficiales, dadas ya sea por Fidel Castro (la tesis de la heroica muerte en combate), ya sea por la Junta militar chilena (la del suicidio), emana nada menos que de dos antiguos miembros de organismos secretos cubanos, muy bien informados acerca de ese sangriento episodio y hoy exiliados en Europa. Durante años, Vives no quiso dar a conocer esa información pues, como dice, “era peligroso hacerlo” y porque no había hasta ese momento ningún otro responsable cubano en el exilio que pudiera confirmar el carácter fidedigno de esos hechos. Cuando supo que Daniel Alarcón Ramírez, alias “Benigno”, uno de los tres sobrevivientes de la guerrilla de Ernesto Guevara en Bolivia, se hallaba también exilado en Europa, la idea de dar a conocer esos graves hechos volvió a cobrar fuerza. En el libro de Alain Ammar, “Benigno” confirma plenamente la narración de Vives. Ambos conocieron a Salvador Allende y a su familia. Ambos vivieron en Chile durante el gobierno de Allende. Ambos escucharon, en momentos diferentes, la confesión de Patricio de la Guardia a su regreso a La Habana. El libro describe con precisión los últimos meses del gobierno de la Unidad Popular y, sobre todo, muestra el avanzado grado de control directo que Fidel Castro había logrado instalar –mediante sus centenas de espías de la DGI (un servicio cubano de inteligencia), mediante sus operadores y agentes de influencia implantados en Santiago–, sobre el presidente Salvador Allende, sobre sus ministros y hasta sobre sus amigos y colaboradores más íntimos. De hecho, la llamada “vía chilena al socialismo” había sido desviada por el castrismo hasta el punto de que dentro del gobierno de Allende hubo voces que criticaban esa brutal ingerencia. Meses antes de su muerte, Salvador Allende había sido ya “instrumentalizado por Castro”, explica Juan Vives. “Pero Allende no era el hombre que la Habana quería tener en el poder en Santiago. Los que Castro y Piñeiro (brazo derecho de Castro en operaciones de espionaje en Latinoamérica, muerto recientemente en Cuba de un infarto) preparaban para el relevo, a espaldas del mismo presidente Allende, eran Miguel Henríquez, principal dirigente del MIR y Pascal Allende, número dos del MIR, lo mismo que Beatriz Allende, la hija mayor del presidente, quien pertenecía también al MIR”. Beatriz morirá en Cuba en 1974... Ese control sobre el jefe de Estado chileno se había agudizado notablemente tras el primer intento de golpe militar, el 29 de junio de 1973, más conocido como el tancazo. Cuando la Habana supo que los chilenos que rodeaban al presidente estaban asustados, Fidel Castro hizo saber que Allende no podía en ningún caso rendirse ni pedir asilo en una embajada. “Si el debía morir, debía morir como un héroe... Cualquier otra actitud, cobarde y poco valiente, tendría repercusiones graves para la lucha en América latina”, recuerda Juan Vives. Por eso Fidel Castro dio la orden a Patricio de la Guardia de “eliminar a Allende si a último momento éste cedía ante el miedo”. Poco después de los primeros ataques a la Moneda, Allende mismo había dicho a Patricio de la Guardia que había que pedir el asilo político ante la embajada de Suecia. El mandatario había incluso designado a Augusto Olivares, su consejero de prensa, para hacerlo. Probablemente por eso Olivares, alias el perro, fue también ultimado por los cubanos antes de que éstos enfilaran baterías contra el presidente de Chile. “Reclutado por la DGI cubana, Olivares transmitía hasta los pensamientos más mínimos de Allende a Piñeiro, quien, a su vez, informaba a Fidel”, declara Juan Vives. Otro guardaespaldas chileno de Allende, un tal Agustín, fue también “fusilado” por los cubanos en esos momentos dramáticos, según la declaración hecha por “Benigno” al autor del libro. Semanas después del golpe de Estado, Patricio de la Guardia había revelado, en efecto, a “Benigno” el fin de Agustín, hermano de un amigo suyo que vive aún en Cuba, y le había dado otro detalle importante sobre lo ocurrido durante esa trágica mañana en el palacio de la Moneda: antes de ametrallarlo, el agente cubano había atrapado con fuerza a Salvador Allende, quien quería salir del palacio, y lo había sentado en el sillón presidencial gritándole: “¡Un presidente muere en su sitio!”. La versión del asesinato a quemarropa de Allende no era del todo desconocida. El 12 de septiembre de 1973 varias agencias, entre ellas la AFP, resumieron en cuatro líneas ese hecho. Publicado al día siguiente por Le Monde el cable decía: “Según fuentes de la derecha chilena, el presidente Allende fue matado por su guardia personal en momentos en que pedía cinco minutos de cese al fuego para rendirse a los militares quienes estaban a punto de entrar al palacio de la Moneda”. Ammar indica que esa hipótesis “fue enterrada inmediatamente” pues ella no le convenía a nadie: “ni a los colaboradores de Allende, ni a la izquierda chilena, ni a sus amigos en el extranjero, ni a los militares ni, sobre todo, a Fidel Castro…”. La confirmación que esa, hasta hace poco, “hipótesis” acaba de recibir de parte de Juan Vives y Daniel Alarcón Ramírez podría ser reforzada en el futuro por los testimonios de otros funcionarios cubanos silenciados hasta ahora y por documentos que se encuentran fuera de Cuba. En efecto, en un banco de Panamá reposaría la pieza maestra de este magnicidio. Según los autores del libro, Patricio de la Guardia, condenado a treinta años de cárcel durante el proceso-farsa contra el general de división Arnaldo Ochoa Sánchez, y hoy en residencia vigilada, habría depositado en el cofre de un banco panameño un documento comprometedor en el que describe, entre otras cosas, el asesinato de Allende por orden de Castro, texto que debería ser revelado en caso de muerte de Patricio de la Guardia. Fidel Castro, según los autores del libro, habría tomado muy en serio esa amenaza y habría hecho que éste escapara al fusilamiento, a diferencia de Tony, hermano de Patricio, quien junto con el general Ochoa y dos otros funcionarios del ministerio del Interior, fué pasado por las armas el 13 de julio de 1989. La revelación de lo ocurrido a Salvador Allende no es interesante únicamente para los historiadores de la calamitosa aventura de la Unidad Popular en Chile. Lo es igualmente, y de qué manera, para los nuevos amigos latinoamericanos de Fidel Castro, especialmente para el presidente Hugo Chávez de Venezuela. Este y los otros, por más jefes de Estado confiables que puedan ser para La Habana, como lo pudo haber sido en su momento, al menos en los papeles, el presidente Allende, podrían estar siendo ahora objeto de idénticos entramados siniestros de control y de dominación física y política directa por parte de los mismos servicios que obraron tan bestialmente contra el presidente de Chile. El libro aborda muchos otros temas y episodios relacionados con las complicadas y no siempre exitosas operaciones secretas de La Habana en Cuba y en varios países.
Publicado por "El Cartero Petras" http://elcarteropetras.blogspot.com

viernes, 18 de diciembre de 2009

Ceresole y el Piketerismo

Ceresole y el Piketerismo
En su libro "La Falsificación de la Realidad", Norberto Ceresole hace un análisis muy importante y novedoso acerca de la historia reciente de nuestro país. En especial, sus líneas abordan las problemáticas que nos aquejan en el presente, el clima de incertidumbre y crispación social que día a día se ciernen sobre nosotros. El polémico intelectual argentino, se ha caracterizado en sus últimas obras -con una trayectoria de treinta años en materia literaria- por desentrañar la poderosísima influencia del lobby judío en nuestra Patria, en particular, por echar luz sobre el atentado a la Embajada de Israel y la AMIA. Lo siguiente es parte de un capítulo de este libro, donde hace referencia a la cuestión racial en la Argentina, desde una perspectiva que difiere en gran medida a lo sostenido desde el campo nacionalista, lugar al cual se ubicó erróneamente al autor en sus últimos años de vida. Quizás olvidando que Ceresole tenía un arraigado origen marxista-clasista, lo cual explica mejor su discurso lindante con el que actualmente utiliza el piquetero Luis D'Elia, en esa suerte de "racismo anti-blanco", que históricamente practicó el comunismo en otras partes del mundo. Y también con la retórica apologista de ladrones y asesinos que aterrorizan a nuestra sociedad. Más allá del valor de esta y otras obras, de los aciertos y los controvertidos conceptos aquí vertidos, creemos necesario esclarecer acerca de la naturaleza de cierto discurso piqueteril que cada día cobra más fuerza.
Etnia mayoritaria, etnia minoritaria, distribución del poder y control territorial
La etnia cuantitativamente mayoritaria es políticamente minoritaria -no tiene "representantes" étnicos; se encuentra económicamente desposeída -carece de medios significativos de producción- al final de un proceso histórico de expropiación (desde los telares norteños hasta las fábricas militares de alta tecnología); y además está socialmente excluida: fue expulsada hacia territorios geográficos considerados secundarios por el sistema de poder edificado por la etnia blanca minoritaria (Patagonia, Noroeste, zonas marginales urbanas y suburbanas, etc.). Además, carece de cualquier tipo de presencia en los "aparatos culturales" de la "nación" así construida. Desde las universidades blancas, públicas y privadas, se considera que esa etnia mayoritaria carece, simplemente, de cultura y de ideología. Naturalmente que ellas existen, pero están diferenciadas, son identitarias, por lo tanto invisibles a los ojos de los ilustrados e iluminados. La etnia cuantitativamente minoritaria es políticamente mayoritaria -todos "los representantes del pueblo" expresan los diferentes matices de sus intereses- es la propietaria de los pincipales medios de producción y domina los enclaves territoriales estratégicos, principalmente los territorios urbanos y, en especial, el centro administrativo del país: la capital federal. Pero sobre todo esa etnia es absolutamente hegemónica en los "aparatos culturales", estatales y privados. Hay, hoy en la Argentina, una etnia minoritaria dominante y una etnia mayoritaria dominada. Entre esos dos polos está planteado el conflicto, que es simultáneamente étnico, social, económico, cultural y religioso. Por ello la gran lucha que se avecina no se dará bajo la forma de un enfrentamiento entre distintas facciones (partidos) de un mismo sistema. Ni siquiera entre dos clases antagónicas. Esas formas de acción ya se han agotado definitivamente. El nuevo campo de combate estará delineado entre una concepción etnoterritorial de la política (la reconquista de la nación desde su periferia "bárbara" excluida) y un conjunto de partidos (de "izquierda", "centro" y "derecha") que representan el mismo "territorio", la misma "civilización y la misma etnia "extranjera": aquel fragmento de Argentina que hoy, luego de un largo proceso de despojo, dispone de la suficiente "velocidad" económica como para seguir viviendo en un status internacional periférico. Cada día que pasa, la resistencia (fenómeno distinto y distante al de la "oposición") al gobierno es más un fenómeno etnosocial y etnoterritorial que un fenómeno simplemente político. Por primera vez, tal vez desde 1945 (pero en ese entonces con un movimiento migratorio ya instalado en la Capital Federal Gran Buenos Aires y con acceso a importantes resortes del poder), asistimos a un fenómeno, no tanto político cuanto etnodemográfico, y más que "partidario", etnoterritorial. He aquí un hecho histórico trascendente que debe ser rescatado con toda urgencia: los espacios interiores se han proyectado, por fin, rodeando demográficamente al núcleo administrativo central, hegemonizado por una dirigencia blanca y occidental que logró extrañas formas autonómicas para el viejo puerto "unitario". Ya más de la mitad de la población que vive en el Gran Buenos Aires (más de 8 millones de personas) no son nacidas en esos distritos, y sí en otras provincias. Si bien no existen datos oficiales al respecto, extrapolando diversas variables, es posible ver con exactitud cuáles son las provincias centrifugadoras de población y cuál la centripetadora. Las provincias con mayor tasa de crecimiento demográfico (nacimientos) son a su vez las de más bajo crecimiento poblacional absoluto. Los grandes cinturones de pobreza y marginalidad que rodean a las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, en ese orden decreciente, son las grandes bombas aspirantes de la población "excedente" de Tierra del Fuego, Neuquén, Santa Cruz, etc. Las grandes regiones despobladas son Patagonia y Noroeste. Este proceso representa una guerra racial. Una guerra de exterminio colonial contra los "bárbaros" originales, primitivos habitantes de un territorio que hoy está siendo vaciado para beneficio exclusivo de la colonización económica en esta etapa de "nuevo orden mundial". Rodeando al centro administrativo portuario (y a otras grandes unidades urbanas blancas con muchas similitudes con algunas regiones desarrolladas del "primer mundo") se han instalado los "Cabecitas negras" hambrientos y miserables, los "soldados negros", de un futuro "ejército popular" que hoy sólo necesita cuadros de conducción. Ese "etnoejército", ignorado por la clase política y las cúpulas militares, representa aproximadamente, sólo en el "gran Buenos Aires", el 15% de la población total del país. Expresa con claridad absoluta la actual degradación de la Argentina toda, pero también la posibilidad de su transformación revolucionaria. Expresa, sobre todo, la naturaleza del conflicto futuro; la verdadera polarización de la sociedad argentina. En el Gran Buenos Aires el 25% de los habitantes viven por debajo de lo que los estadísticos llaman "línea de pobreza". Lo importante del caso es saber que esa "línea de pobreza" ya no será "levantada" por las modificaciones naturales del ciclo económico (recesión/expansión/recesión). La expansión ("reactivación", "recuperación") dentro del ciclo no modificará la tendencia por la cual el funcionamiento tanto del plan económico como la racionalidad de la teología de la globalidad exigen una exclusión etno-social y etno-territorial constante y creciente. Así funcionan hoy en la Argentina las relaciones entre política, sociedad y economía. Y no es para menos. En esas "villas miseria" instaladas entre el Gran Buenos Aires y la Capital Federal viven más ciudadanos que la totalidad de habitantes que hoy puebla la inmensidad de la Patagonia argentina. Si bien gran parte de la pobreza, de la marginalidad y de la exclusión excede largamente la geografía "villera" en la Argentina, ya que ella es abarcante de toda una etnia, es decir, una cultura, los hombres que la producen y el suelo que pisan, conviene recordar que esos asentamientos de horror están habitados, en una gran mayoría por "negros" jóvenes. El 50% de la población total de las villas tiene "edad carcelaria" o, por lo menos, "pre-carcelaria". En efecto, el 50 por ciento de esa población son menores de 14 años, mientras que los menores de 22 años representan el 60% del total. La forma que la violencia está tomando en la Argentina es idéntica a la de otras estructuras sociales "subdesarrolladas" y/o marginales respecto del "ecumene". Eclosionan en el seno del grupo social más reprimido y excluido, en toda la línea que va desde una cárcel hasta una villa miseria, desde donde en verdad se alimenta el incremento de la población carcelaria. Esa franja demográfica es joven, pobre y "negra". Ser pobre, ser "negro" y ser joven es ya, en sí, un pre-delito, dados los parámetros culturales dentro de los cuales se mueve nuestra sociedad "multiracial" con hegemonía blanca, europea y con una clase media profundamente judaizada. En esa amplia franja etnodemográfica de "negros", pobres y excluidos y, aún más, dentro de las crecientes poblaciones carcelarias, cada vez más jóvenes y cada vez con menos oportunidades, puede estar oculto el coraje que necesita la revolución nacional y etno-popular en esta etapa de las guerras globales interraciales. La mecánica de las últimas rebeliones carcelarias demuestra que dentro de las prisiones se reproducen los mismos mecanismos de poder que existen fuera de ellas, sólo que sin la mediación de un sistema político, que es lo que ya está desapareciendo en la sociedad no carcelaria. En la prisión, el cumplimiento de una orden emitida, para asegurar su efectivo cumplimiento, debe estar basada en la pura violencia. Fuera de la prisión, la violencia, que es mucho más desmedida y, aun, efectiva, actúa sólo en última instancia, luego de un proceso tendiente a lograr consenso, en primera instancia. Esa primera fase es lo que desaparece cuando entra en crisis el sistema político. En muchos casos la delincuencia es un acto de rebelión realizado por personas cuya formación cultural y política ha sido planificada y acotada por la etnominoría gobernante. La pregunta necesaria es ¿Por qué tan pocos excluidos -"negros", pobres y jóvenes- optan por el camino de la violencia social, siendo el caso de que sus opciones, dentro de la "legalidad" blanca, son cada vez más estrechas? En verdad ha sido esa "legalidad" no sólo "burguesa" sino además étnica quien los ha convertido en "penados". Hay una gran similitud entre la violencia que ejercen los "delincuentes" sociales negros-pobres y la que ejercen los cuadros más bajos de las policías que también son pobres y "negros". Naturalmente que el hombre no ha nacido esencialmente bueno. La violencia está incorporada, en grados diferentes, en los circuitos nerviosos de los individuos. Sólo que es mucho más probable que un violento rico-blanco puede causar mucho más daño social, dado el complejo entramado de "protecciones" de que dispone, desde las educativas hasta las de seguridad. No hay más delincuentes sociales porque todavía existe el recuerdo de la existencia de un "Estado de bienestar", y la secreta esperanza, en esos grupos excluidos, de que retornará, algún día, mágicamente. En ese punto radica, precisamente, su incultura política: en su incapacidad de traducir la violencia individual que existe en ellos en "estado químicamente puro", por así decirlo. En gran parte, muchos de esos hombres jóvenes que se han convertido en líderes en un mundo que sólo acepta el lenguaje de la violencia (es decir, que ha descartado absolutamente el lenguaje "político"), no han podido evadirse de la violencia pura proyectada hacia la violencia política, por falta de traductores. No pueden pasar del yo al nosotros. En una época existió en la Argentina mucho coraje instalado en los sectores más iluminados (en el buen sentido de la palabra) de la clase media blanca. Pero era un coraje ideologizado que no pudo conectar con la "cultura popular negra". En gran parte aún afectada por el cálido recuerdo de un Estado de bienestar al que siempre invocó -en tanto pasado- la "resistencia" peronista. En gran parte esta Argentina oprobiosa que hoy existe se fundamentó en el enorme crimen que significaron esos "cadáveres necesarios". Puede que hoy no quede otro camino que ir hacia el segmento más violento del "bajo pueblo". Y comenzar por entender sus "penas", la naturaleza de las "penas" que sufren los "penados". Sólo a partir de allí se podría intentar "traducir" su violencia, orientándola hacia el enfrentamiento con una sociedad satánica que nos destruye a todos, todos los días. Todas las otras formas de existencia de los "negros" pobres -desde las sindicales hasta las religiosas- ya fueron conquistadas por el enemigo desde hace mucho tiempo. Ese camino incluso debería ser promovido o al menos aceptado por aquellos sectores de las fuerzas de seguridad que deben convivir con el peligro de la violencia social de los excluidos. Sería la forma de evitar la estratificación en el tiempo de una "violencia horizontal" que enfrenta a "negro pobre" contra "negro pobre". La traducción, es decir, la politización de la violencia pura, su transformación en violencia organizada hacia objetivos polarizados entre el "nosotros" y el "ellos", sólo puede traer beneficios para los "negros de uniforme" y para una parte, al menos, de sus jefes. A nivel de hipótesis en la Argentina se abre la posibilidad de la insurgencia de grupos político-militares que en gran parte constituyen antiguas y nuevas fracturas de las Fuerzas Armadas y, aun de Seguridad, cuyas cúpulas son parte del campo enemigo. Las transformaciones profundas que proponemos sólo se podrán lograr desde un proceso de interacción entre nuevas organizaciones políticas emergentes y franjas de las fuerzas armadas y de seguridad que dispongan de un proyecto alternativo al de las actuales cúpulas. La gran lucha que se avecina no se dará bajo la forma de un enfrentamiento entre distintas facciones (partidos) de un mismo sistema. Esa forma de acción ya se ha agotado definitivamente. El nuevo campo de combate estará delineado entre una concepción territorial de la política (la reconquista de la nación desde su periferia excluida) y un conjunto de partidos (de "izquierda", "centro" y "derecha") que representan el mismo "territorio": la Argentina que dispone de la suficiente "velocidad" económica como para seguir viviendo de un status internacional periférico. Las Argentinas que marchan a velocidades económicas cada vez más lentas estuvieron hasta el momento falsamente representadas a través de "señores feudales" y de filiales de "partidos" cuya casa matriz tenía como función primordial evitar que esas regiones se integraran al núcleo económico de alta velocidad. La ruptura de la unidad nacional y el fraccionamiento territorial se originan en esas fallas cuasi geológicas que nacen desde las distintas velocidades de los diversos espacios económicos de un mismo país, y que amenazan con convertirse en fracturas profundas e irreversibles. Los recientes movimientos sociales (año 1998) que se han iniciado en regiones históricas tradicionales, de fuerte concentración demográfica (y, por lo tanto, de alta expulsión de población hacia otras zonas con velocidades más elevadas), y con contenidos culturales que hacen al fundamento de este país; esos movimientos sociales están inscriptos en el nuevo espacio de combate antes delineado. No son movimientos que aspiren a sumarse a filiales de partidos o de sindicatos cuya casa matriz está instalada en Buenos Aires. Son movimientos cuya única posibilidad de supervivencia está localizada en un giro copernicano de los contenidos políticos tradicionales. Incluso en una transformación esencial de los viejos discursos culturales, incluidos los discursos "nacionalistas".

martes, 15 de diciembre de 2009

La Yegua

"MATEN A LA YEGUA"
UNA DE SUSPENSO
Los Kirchner totalmente jaqueados por su propia codicia y deseos de poder e ineptitud, darían rienda suelta a un nuevo complot inventado por los operadores que intervinieran en diversos hechos de estas características (caso Jerez por ejemplo). La finalidad no sería otra que entretener la atención y tratar de galvanizar al común con otro verso sobre la desestabilización de la democracia mentira ampliamente utilizada por la partidocracia corrupta desde la época de Alfonsín. Amortiguar rápidamente el ruido de la investigación sobre el patrimonio supuestamente mal habido que los tiene contra las cuerdas y los reclamos por mayor seguridad contra la ola de crímenes que asolan el país, al mismo tiempo que poner en sordina las criticas de sus aliados por la represión contra un grupúsculo de "zurdetes" inadaptados que querían impedir que se eligiera rector en la UBA. Pero fundamentalmente taparan con esto, que pagaran parte de la deuda externa con dinero de las reservas fracasado el plan del Ministro de Economía para volver a endeudarse. Son 6.500 millones de dolares. Cling caja. Victimizarse y tirarle la culpa del complot a las fuerzas oscuras del procesismo residual, integradas por gerontes y gente en camino a la tercera edad, muchos de ellos presos y sin beneficios de excarcelaciones garantistas. El día que muera toda esa gente no sabemos como se la van a rebuscar los políticos para inventar conspiraciones nuevas. El desencadenante habria sido una interferencia a la comunicación del helicóptero presidencial que según afirman los mentideros oficiales se habría producido durante un viaje de la Casa Rosada hasta Olivos: Una voz habría interferido la comunicación del piloto diciéndole "Maten a la Yegua". Obviamente no se referían a una yegua de polo ni a la del lechero. A raíz de esto ya se ha iniciado una investigación a los efectos de relacionar, a piacere del matrimonio presidencial, opositores, marinos de la ESMA y demás conspiradores reales o imaginarios que puedan tener cabida en la nueva trama paranoica. Ni Hichkoc la hizo mejor.
Publicado por la Red Patriótica Argentina

Usura

Historia de la Usura
Por Abdel Haqq Bewley
Presentamos este extenso e interesante artículo acerca de uno de los mayores cánceres del mundo moderno, que azota a las naciones y subyuga al trabajo productivo. Bien conocen del tema aquellos que desafortunadamente han debido recurrir por necesidad, a la búsqueda del dinero en términos usurarios. Una actividad parasitaria, instalada como paradigma del movimiento financiero internacional.
"No tomarás interés ni usura, antes bien teme a tu Dios y deja vivir a tu hermano junto a ti. No le darás a interés tu dinero ni le darás tus víveres a usura." (Levítico 25:36) "No prestarás a interés... ya se trate de réditos de dinero, o de víveres, o de cualquier cosa que produzca interés." (Deuteronomio 23:20) “... [quien] no presta con usura ni cobra intereses..., un hombre así es justo." (Ezequiel 18:8-9)
Estas tres citas del Antiguo Testamento, representativas de bastantes más, muestran que la prohibición de la usura se remonta a las raíces legales y éticas de la civilización europea. La prohibición fue confirmada y aún reforzada por los primeros cristianos. "San" Agustín, por ejemplo, que define como usura toda transacción en la que una persona espera recibir más de lo que ha dado, consideraba la usura tan prohibida, que cualquier beneficio obtenido de ella ni siquiera podía darse como limosna. "Santo" Tomás de Aquino seguía manteniendo esta posición, con claridad y vigor, en el siglo XIV. En la tradición clásica, encontramos que Aristóteles rechaza la usura categóricamente. Decía que de todas las formas de comercio, la usura es la más depravada y la más odiosa. La usura no sólo se propone un objetivo antinatural, sino que hace un uso erróneo del dinero en sí, pues el dinero fue creado para el intercambio, no para ser incrementado con la usura. La usura es la reproducción antinatural de dinero con dinero. Cuando a esto añadimos la condena de Platón, que afirmaba que la usura enfrenta inevitablemente a una clase contra otra y es, por lo tanto, destructiva para el estado, y la de los filósofos romanos Cicerón, Catón y Séneca, vemos que tanto la tradición judeo-cristiana como la greco-romana, que juntas constituyen la principal fuente de la civilización europea, eran unánimes a este respecto. La tradición religiosa y la secular hablaban aquí con una sola voz. Puede verse así que la práctica de la usura ha estado sometida a prohibición desde los tiempos antiguos. Achacar esto al primitivismo, la ingenuidad y la falta de comprensión de la realidad económica; algo que muchos detractores han hecho y siguen haciendo; es tan sólo arrogancia, y un modo de eludir las cuestiones intelectuales que subyacen en este problema. La base de la prohibición era ética y teológica y por consiguiente tenía en cuenta cuestiones más profundas que la conveniencia económica y el comercio internacional: a saber, la comprensión; intrínseca en la prohibición de la usura; de que la esencia de la transacción usuraria; que garantiza a alguien la obtención de algo por nada; constituye una violación de la ley natural y está, por lo tanto, abocada a producir desequilibrio y desintegración. Así pues, cualquier inconveniencia que se produjera a nivel de las transacciones comerciales era sacrificada en aras del bien público general, que era considerado siempre como de mayor importancia. Esto no quiere decir que no existieran transacciones usurarias. Ciertamente, existían. En una época temprana, los antiguos judíos declararon poseer una licencia escritural que les permitía practicar la usura, pero son las condiciones, bajo las cuales; decían ellos; les estaba permitido practicarla, las que nos proporcionan una clave profunda acerca de la naturaleza real de la transacción usuraria. En Deuteronomio, capítulo 23, versículo 21, se afirma: "Al extranjero podrás prestarle a interés, pero a tu hermano no le prestarás a interés". La palabra "extranjero" en este texto es interpretada por lo general como "enemigo" y, armados con este texto, los judíos emplearon la usura como un arma, hallando en ella un medio de obtener poder sobre sus enemigos: mediante la usura, la necesidad de otra gente podía transformarse en sometimiento. Las actividades prestamistas de los judíos se realizaron desde los guetos de las grandes ciudades de la cristiandad durante toda la Edad Media. Se les permitió esta práctica bajo un severo control, y eran tolerados por las autoridades siempre y cuando se considerara que prestaban un servicio útil. Sin embargo, aun dentro de una situación tan opresiva era posible para el prestamista acumular enormes ganancias mediante la práctica de la usura. En un período de la historia de Inglaterra, durante el siglo XIII, casi la mitad de los impuestos del país eran recolectados de la comunidad judía, que en sí representaba menos del 5% de la población. Sin embargo, no les fue posible convertir su riqueza en poder, al verse frecuentemente sometidos a terribles purgas populares, que llevaron a su expulsión de ese país en el siglo XIV, y al que no regresarían sino pasados 350 años. Los préstamos de dinero continuaron en pequeña escala durante la Edad Media. Algunos mercaderes locales carentes de escrúpulos se aprovechaban de las gentes humildes que estaban en dificultades por una mala cosecha o por una mala administración, o desgracias similares y que se veían obligados a buscar un préstamo para satisfacer sus necesidades cotidianas. En estos casos, se intentaba ocultar la naturaleza usuraria del préstamo y si se descubría, el usurero era objeto de severos castigos y en adelante era marginado por la sociedad. Otra esfera en la que se daba la usura era en el extremo opuesto de la escala social. Los reyes y los príncipes se veían a veces obligados a pedir préstamos enormes a interés, en la mayoría de los casos para financiar sus campañas militares. Normalmente, estos préstamos que se obtenían de fuentes extranjeras, a menudo italianas, se pagaban de los impuestos y eludían, por su tamaño, la prohibición general. Sin embargo, a efectos prácticos, la usura estaba excluida por completo de todas las transacciones normales, tanto las comerciales como las sociales. Era, como la prostitución, un hecho innegable, pero era condenada y despreciada universalmente, como lo eran quienes la practicaban. En semejante clima era imposible que enraizara y floreciera. Mientras la situación en Europa siguiera sin cambios, esta actitud era la tónica dominante. Sin embargo, con el Renacimiento italiano las cosas empezaron a cambiar gradualmente, socavando el orden tradicional, hasta que alcanzaron su punto crítico el 31 de Octubre de 1717, cuando Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia en Wittenberg y se inició la Reforma. Las repercusiones de este desafío a la autoridad de Roma, excedieron con mucho su intención aparente de reformar una institución corrompida. Con esta acción suya, Lutero, consiguió más de lo que ningún ejército invasor había logrado: destruyó la unidad de la cristiandad occidental. Su intención había sido eliminar las barreras que se interponían entre el individuo y Dios; pero el resultado fue que se abrieron las puertas a una ilimitada libertad individual de acción. Al romper con Roma, dejó a la gente a la deriva, libres del ancla de aquella moralidad tradicional que había sido mantenida por la Ley Canónica de la Iglesia, y de la cual formaba parte, por supuesto, la prohibición total de la usura. La Iglesia Católica, a pesar de todas sus desviaciones y de su corrupción, representaba sin embargo una tradición continuada que se remontaba a las enseñanzas de Jesús y, antes de él, a Moisés. Al quebrarse su autoridad con la Reforma, era inevitable que, en el clima más libre del Protestantismo, las antiguas restricciones a la usura fueran abandonadas. Curiosamente, esto habría de producirse, aunque parezca difícil de creer, de la mano de Calvino, el estricto moralista puritano. Mientras que anteriormente todo el asunto de la usura estaba sujeto a un cuerpo de doctrina consagrado por la tradición, él trató la ética de los préstamos como otro caso más, entre los diversos problemas a que se enfrentaba la sociedad humana que debían ser resueltos de acuerdo con las circunstancias. En otras palabras, se tomó la ley en sus manos. Desechó, con absoluta arrogancia, aquellos pasajes del Antiguo Testamento que tratan de la usura y también los precedentes judiciales del pasado, por considerarlos inaplicables a las circunstancias de su época, y al dar su aprobación al argumento de que cobrar interés sobre el capital es tan razonable como cobrar renta por la tierra, abrió las compuertas a una inundación que desde entonces ha arrasado la tierra. Se encargó personalmente de la legalización de los préstamos de dinero con interés, dando así confirmación legal a una práctica que había sido considerada ilegal desde los tiempos más remotos. El hecho de que permitiera sólo intereses moderados y de que matizara esta licencia suya con condiciones estrictas, no vino a alterar nada. El comerciante tenía ahora un precedente basado en la opinión de alguien que hablaba con autoridad religiosa. Para Calvino, la ley moral había cambiado y por lo tanto ya no era inmoral cobrar intereses. Desde ese momento, la polémica en el seno de la comunidad mercantil no era ya si debería permitirse el interés, sino cual era la tasa admisible. Pasamos ahora de la atmósfera puritana de Ginebra en tiempos de Calvino a los más saludables acontecimientos que se estaban produciendo en la corte de Enrique VIII en Londres. Enrique, sumamente apegado a una de las doncellas de su esposa, una tal Ana Bolena, había decidido casarse con ella. El Papa se negó a anular su primer matrimonio, por temor a contrariar al poderoso emperador Carlos I de España, cuya hija menor, Catalina, era la esposa de Enrique, y según la Ley Canónica no existía ninguna otra fórmula para disolver el matrimonio. Así que Enrique, que en su juventud idealista se había ganado la aprobación papal y el título de "Defensor de la Fe " por su condena de Martín Lutero, se dispuso a seguir el ejemplo de éste rompiendo con Roma y erigiéndose él mismo en cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Al no, en absoluto, tan escrupuloso como aquellos cuyos pasos seguía, no vaciló en aprovecharse al máximo de la nueva situación. La licencia que siguió otorgándose en asuntos de matrimonio es notoria. Lo que es menos conocido, si bien infinitamente más importante en términos históricos, es que una de sus primeras acciones, siguiendo el precedente de Calvino, fue conseguir de los comerciantes de la City un préstamo al diez por ciento anual; índice que fue fijado como el límite del interés moderado; poniendo así el sello de la aprobación real y religiosa a la usura en Inglaterra. No obstante, no debe pensarse que la antigua prohibición fue abandonada sin que se alzaran voces de protesta. Durante más de un siglo se sostuvo un enfurecido debate sobre esta cuestión. Se publicaron numerosos tratados y panfletos y se pronunciaron infinidad de sermones y de discursos. Un eclesiástico, en tono irónico, dijo sobre el tema: "Este ha sido el criterio unánime de la Iglesia durante más de mil quinientos años, sin oposición, en este punto. ¡Pobre tonta Iglesia de Cristo que nunca pudo encontrar un usurero legal antes de esta edad dorada en la que vivimos!". El francés Bodin, cuya autoridad en materia económica era incuestionable y que carecía de intereses eclesiásticos que defender, reafirmó sin rodeos la posición tradicional al decir, refiriéndose a Calvino: "Quienes mantienen, al amparo de la religión, que la usura moderada de un cuatro o un cinco por ciento es justa porque el que recibe el préstamo gana tanto como el prestamista, van en contra de la Ley de Dios, que prohíbe por completo la usura y no puede ser revocada". Pero nada de esto pudo alterar realmente el curso que los acontecimientos estaban tomando inexorablemente. La situación era en cierto sentido comparable al debate nuclear en nuestros tiempos. Ninguno de los apasionados puntos de vista debatidos públicamente a favor o en contra del desarme nuclear tiene el menor efecto real sobre el que las armas nucleares sean fabricadas y desplegadas, por la sencilla razón de que las decisiones que afectan a este tipo de cosas se toman en una esfera totalmente distinta y en ella la opinión pública no cuenta para nada, en uno u otro sentido. Así ocurrió también con la introducción de la usura. La fuente del poder político había cambiado y los guardianes de la moralidad no tenían ya acceso real a ella. Con el tiempo, por supuesto, los propios eclesiásticos capitularon y llegaron a un acuerdo para no aparecer ridículos; la Iglesia de Inglaterra ha sido siempre propensa a la filosofía de "si no puedes vencerles, únete a ellos". Oficialmente, redefinieron la usura para ajustarla a la práctica comercial en uso, de forma que ahora era usura sólo imponer tasas de interés excesivas, pero, qué constituía una tasa de interés excesiva, quedó sin definir claramente: de esta forma, a efectos prácticos, los comerciantes tenían rienda suelta. Mientras que antes la práctica comercial estaba sujeta a la ley moral, ahora la ley moral podía ser alterada por la práctica comercial. La tendencia general al ultrapragmatismo en la Inglaterra de los Tudor, se vio interrumpida brevemente; aunque a la larga resultó favorecida; por la accesión al trono de Mary, la hija mayor de Enrique VIII. Mary que era hija de Catalina, la hija del emperador católico Carlos I, se casó con su primo, el fanático Felipe II, rey de España, y estaba horrorizada por todo lo que su padre había hecho. Reaccionó con extrema brutalidad, estableciendo una inquisición y quemando vivos a muchos de los que habían jugado un papel destacado en la ruptura con Roma. Al finalizar su relativamente breve reinado, se produjo una contra-reacción que permitió a los elementos pragmatistas y mercantilistas incrementar considerablemente su influencia con el retorno del Protestantismo durante el reinado de su hermanastra Elisabeth. Quisiera en este punto hacer un paréntesis en el desarrollo histórico para echar un vistazo breve a un aspecto de la vida en Inglaterra que se estaba viendo afectado drásticamente por la relajación de las leyes de la usura y por la disponibilidad de crédito que esa había traído consigo. En Inglaterra, desde tiempos remotos, la mayor parte del pueblo había vivido en y de la tierra. Aunque muchos de los aspectos más rigurosos del sistema feudal instituido por los normandos ya no se imponían, la situación seguía siendo la misma que en siglos pasados. Estaban las grandes familias terratenientes que poseían enormes latifundios, por lo general divididos en haciendas y fincas, y subyacente a todo esto discurría el proceso normal de la vida rural. La tierra era cultivada en parcelas dentro de un sistema de campo abierto, o sea, sin cercados. Había pequeños terratenientes que eran dueños de sus parcelas o que las arrendaban al terrateniente local a perpetuidad, pero la mayoría de los campesinos eran aparceros ("copy holders"), lo que significaba que tenían un derecho tradicional a ciertas parcelas, a cambio de realizar un cierto trabajo y entregar al propietario una cierta cantidad del producto recogido. Además de esta tierra cultivada, existía un área de tierra comunal en la que todos tenían derecho a apacentar sus propios ganados. Durante el reinado de los Tudor, empezaron a producirse ciertos cambios en esta situación tradicional. Enrique VII quiso centralizar el poder y extender su control directo a todas las partes del país. Una de las formas en que emprendió esto fue elevar a la clase mercantil, asentada en las grandes ciudades, y animarles a que se convirtieran en terratenientes, para así dividir los grandes latifundios de las grandes familias aristocráticas. Este proceso continuó bajo Enrique VIII, y recibió un impulso aún mayor al expropiar y vender éste las tierras de la Iglesia al clausurarse los monasterios, siendo su mayor beneficiario esta nueva clase de terratenientes. Al mismo tiempo, se alentó a los nobles para que salieran de sus haciendas y pasaran más tiempo en la Corte de Londres. El mantenimiento de grandes palacios en Londres y en el campo, junto con la extravagancia y el gasto que traía consigo la vida en la corte, llevaron a muchos cortesanos a experimentar serios problemas de liquidez. Dado que ahora se había hecho más fácil, a la vista de los acontecimientos ya mencionados, conseguir préstamos con interés, el cortesano en apuros podía acudir a ciertos comerciantes que por lo general estaban encantados de complacerle, tomando como garantía de la deuda los títulos de una o dos fincas de sus propiedades. De este modo muchas propiedades empezaron a verse cargadas de deuda y cuando el noble incumplía en el pago, la finca que garantizaba la hipoteca pasaba a manos del comerciante-prestamista. Hasta aquí, la riqueza y el poder habían ido aparejados al simple hecho de la posesión de la tierra. Los nuevos propietarios, tanto si habían adquirido sus tierras mediante compra, donación, o impago, no estaban interesados en los derechos y responsabilidades feudales, sino sólo en los ingresos, y por consiguiente, incrementaron la producción; y así mismo, a causa de sus deudas, los antiguos propietarios tenían ahora que incrementar la producción de sus haciendas si querían evitar que pasaran a manos de sus acreedores. El sistema tradicional de campo abierto no era un sistema agrícola que favoreciera la explotación intensiva que ahora se exigía y obedeciendo a los intereses de una mayor eficiencia económica se introdujo el "cercado". La introducción del cercado de los campos tuvo probablemente mayor efecto, para una inmensa mayoría de gente, en términos del modo en que vivían día a día, que ninguna otra cosa anterior o posterior. Los campos abiertos en los que cada uno había cultivado sus parcelas de acuerdo con sus derechos de arrendamiento o de aparcería, fueron divididos y cercados con setos, muros y vallas, y las tierras comunales, en la mayoría de los lugares, corrieron la misma suerte. Para los aparceros, el sector más pobre; y también el más numeroso; de la sociedad, el resultado fue catastrófico. Hasta ese momento habían sido en gran medida auto-suficientes: cultivaban sus parcelas y apacentaban sus animales en las tierras comunales; pero esto había sido siempre por consentimiento común, por lo que, llegado el momento, no pudieron demostrar derecho legal alguno a la tierra que utilizaban. Como consecuencia de esto, un gran número de ellos se vieron obligados a abandonar sus pueblos para buscarse el sustento en las ciudades, convirtiéndose así en una fuerza laboral que fue captada por la incipiente revolución industrial. Así también, muchos pequeños propietarios fueron obligados a abandonar sus tierras por no contar con los medios necesarios para realizar ese cercado de la tierra. Otros, quedaron ahora convertidos en arrendatarios de las mismas tierras que antes les pertenecían. Dado que los gastos que suponían las operaciones necesarias para el cercado de las propiedades, entre las que se incluían la creación de setos, taludes, zanjas, drenajes; la reubicación de edificios y caminos y muchas otras cosas, eran considerables, muy pocos terratenientes fueron capaces de hacerles frente con sus propios recursos. Y de nuevo entra en escena el usurero, dispuesto naturalmente a prestar dinero con interés para esos planes de mejora de la tierra. Vemos así como los prestamistas, y la accesibilidad de los préstamos, no sólo provocaron este cambio drástico en el uso de la tierra; que alteró por completo la vida y el aspecto del campo inglés; sino que siguieron beneficiándose de sus resultados, obteniendo, sin riesgo, enormes riquezas a costa de arrebatar su medio de vida a un sector considerable de la población. Me he adentrado en esto con cierto detalle, porque ilustra claramente lo que sucede cuando la usura se extiende en cualquier situación. En primer lugar, se producen cambios económicos y sociales de gran alcance que son, además, irreversibles. En segundo lugar, los beneficios de la situación van a parar a una elite a costa de los pobres y débiles, cuya situación empeora y alcanza nuevas cotas de privación y de dificultad. Dejamos nuestra narrativa histórica con la Buena Reina Bess (Elizabeth I), y buena ciertamente debió parecerles a los Comerciantes Emprendedores y a los financieros, que tanta influencia adquirieron durante el período Tudor; pero, no tan buena, para los aparceros desposeídos de sus tierras por los cercados. Seguramente, el efecto más significativo del reinado de los Tudor, en términos históricos, fue el desplazamiento que se produjo en el equilibrio de poder, que fue alejándose de la estructura tradicional de poder de la nobleza terrateniente en favor de una nueva elite formada por miembros de la clase mercantil, cuyo poder era la riqueza financiera, una riqueza que ahora se estaba incrementando exponencialmente debido a la utilización de técnicas financieras que antes habían estado prohibidas. Elizabeth fue sucedida en el trono por su primo segundo James Stuart, rey de Escocia. James y su hijo Charles después de él, aun sin ser católicos, representaban sin duda al viejo orden. La doctrina del Derecho Divino, por la que son famosos, no era; como se suele describir; una mera asunción arrogante del poder, sino que traía implícita la responsabilidad por parte del monarca de mantener el orden moral tradicional consagrado por la Ley Canónica. Esto iba, por supuesto, en contra del nuevo espíritu de mercantilismo que tendía a identificarse con esa libertad respecto de la autoridad que se asocia con las formas más extremas del Protestantismo. La clase mercantil estaba representada fuertemente en el Parlamento y la enemistad latente entre la monarquía, ansiosa por restaurar el status quo, y el Parlamento, que sentía amenazado su recientemente adquirido poder, estalló finalmente en la Guerra Civil. Se había demostrado cierta la observación de Platón acerca de la usura: la sociedad se había dividido contra sí misma. La ejecución de Charles I fue un golpe decisivo. Fue un hito histórico. El poder había cambiado de manos. El viejo orden había dado paso al nuevo. Irónicamente, había sido la revolución puritana la que rompió el mecanismo mediante el cual los valores religiosos podían hacerse sentir en términos políticos y legales, y dio entrada al estado secular. La ciencia de la ética quedó divorciada de sus raíces en los textos revelados y se convirtió en algo que era decidido por los filósofos y los legisladores de acuerdo con las modas y los imperativos del momento, mientras que el mercantilismo y las finanzas adoptaron con rapidez papeles cada día más importantes en el gobierno. Cromwell se había visto obligado a recurrir a los financieros holandeses, además de los locales, para pagar sus aventuras militares, que incluyeron, además de la propia Guerra Civil y de la famosa expedición irlandesa, una guerra contra Holanda. Esta guerra, llamada la primera Guerra Holandesa, fue la primera guerra disputada por razones puramente comerciales, y muestra como el comercio empezaba a adquirir protagonismo en términos políticos. Demostró así mismo, en forma cínica, que los financieros se benefician con la guerra sin importar de qué lado estén. A la luz de todo esto, es significativo, aunque no del todo sorprendente, que fuera durante este período cuando la banca, que era de hecho la institucionalización de la usura y la vía por la que consiguió su total respetabilidad, empezase a adoptar la forma que ha conservado hasta hoy. El conde de Clarendon escribía pocos años después: "Los banqueros fueron una tribu que surgió y creció en la época de Cromwell, y de la que nunca se había oído hablar antes de los últimos problemas, hasta entonces todo el comercio del dinero había pasado por las manos de los notarios: eran en su mayoría orfebres". Las transacciones financieras que fueron agrupadas bajo el término de "banca", se habían realizado antes, de una u otra forma, durante mucho tiempo, y dada la importancia central que esto tiene para el tema que estamos tratando, pienso que sería útil en este punto echar una ojeada breve a cómo nació la banca. Los tres elementos principales que participan en su formación son transacciones que implican usura: el cambio de moneda extranjera, la negociación de préstamos, y los depósitos bancarios, a los que va asociada la creación de dinero. El comercio internacional había existido durante muchos siglos y, gradualmente, los comerciantes fueron creando una forma de pago por mercancías, en el extranjero, que evitaba necesidad de transportar grandes cantidades de oro y plata de un país a otro. Esto se consiguió por medio de las llamadas "letras de cambio". En su forma más simple consistía en una carta, que el comprador de las mercancías daba al vendedor, en la que autorizaba a un agente del comprador en el país de origen del vendedor, a pagar por las mercancías que había comprado, de forma que el vendedor pudiera cobrar el dinero que se le debía en su propio país y en su propia moneda. Estas letras llevaban fecha diferida, para dar tiempo a que se vendieran las mercancías y a que el dinero fuera transferido, y lo que empezó a ocurrir fue que los comerciantes, a quienes interesaba tener su dinero rápidamente, vendían la letra de cambio a otro comerciante, que se la pagaba al contado, por un precio inferior al nominal. Este segundo comerciante cobraba luego la letra, una vez cumplida su fecha, y obtenía un buen beneficio sin haber tenido que hacer nada en absoluto. A esto se llamaba "descontar". El negocio con estas letras se volvió cada vez más sofisticado y pronto apareció una clase de comerciantes a los que resultaba más provechoso comerciar en letras de cambio que en mercancías reales. Su comercio era usura pura. Esta fue una de las transacciones en las que se especializó el banquero. El tercer elemento era el depósito bancario, y de él se ocupaban principalmente los orfebres. Dada la naturaleza de su comercio en metales preciosos y en lingotes, los orfebres contaban por lo general con cámaras de seguridad y durante siglos la gente les había confiado sus excedentes de oro y plata y otros objetos de valor para su custodia, recibiendo a cambio un recibo de lo que habían depositado. Pasado un tiempo, algunas gentes empezaron a usar estos recibos en lugar de dinero, poniéndolo a nombre de otro al amortizar una deuda grande. Otra práctica común consistía en escribir al orfebre autorizándole a pagar al portador de la carta una cierta cantidad de lo que tenían en depósito, anticipándose así lo que llegaría a ser el cheque moderno. El orfebre cobraba un tanto por almacenamiento y por servicios de esa índole que realizase. De esta forma, empezaron a circular billetes expedidos por particulares que se utilizaban como moneda de cambio, si bien estaban aún ligados a depósitos en moneda real y su volumen era muy pequeño en comparación con las transacciones que se realizaban al contado. Pasado un tiempo, sin embargo, los orfebres, viendo que los depósitos que almacenaban por cuenta de otra gente se mantenían más o menos al mismo nivel, empezaron a expedir recibos en exceso de los que ya habían dado, tanto para pagar artículos para ellos mismos y, cada vez más, según lo permitieran las circunstancias, en forma de préstamos con interés. Lo más importante en esto es comprender que este papel era totalmente ficticio porque no estaba respaldado por moneda real. Este dinero estaba siendo materializado por arte de magia. Esta transacción, que no era sólo usuraria sino también francamente fraudulenta, entró asimismo a formar parte de la nueva banca. De esta forma, estas tres transacciones, que en un principio estaban conectadas al comercio real, fueron reunidas en su forma usuraria bajo el término de banca y divorciadas por entero de su contexto original. Se creó así un tipo de negocio que trataba sólo con el dinero en sí. Los buitres que Calvino había soltado habían dado con la carroña. Habíamos dejado a Cromwell luchando contra los holandeses. Por supuesto ganó, como casi siempre que batallaba. Si hubiera sido como político tan exitoso como fue de general, la historia de Inglaterra habría sido bien distinta, pero de hecho la gente se alegró de que les dejara en paz, y no cabían en sí de gozo al dar la bienvenida al hijo del rey ejecutado, que regresó al trono de Inglaterra con el nombre de Carlos II. Este acontecimiento fue denominado, falazmente, la Restauración. Digo falazmente, porque en realidad no se restauró nada. La situación había cambiado por completo. Cierto que de nuevo había un rey, pero sólo de nombre. No era ya en modo alguno un gobernante, sino sólo una figura. El control ejecutivo estaba ahora firmemente en manos del Parlamento y el poder real servía a las necesidades de los intereses mercantiles y a los financieros que los respaldaban. Una de las condiciones que el Parlamento impuso al rey fue que debía renunciar a los antiguos tributos feudales, sobre los que se había apoyado el poder real de la monarquía, a cambio de lo que, a fin de cuentas, era un salario extraído de los impuestos. Carlos II fue en realidad un empleado asalariado del Parlamento. Su impotencia política queda reflejada en su frívolo estilo de vida y en la negación de sus esfuerzos encubiertos por restaurar el poder de la monarquía. Cuando su hermano James, que accedió al trono después de él, realizó un esfuerzo más decidido por restaurar el viejo orden, la respuesta inmediata del Parlamento fue invitar a William, el Príncipe de Orange; que estaba casado con Mary, la hija de James; a venir de Holanda para hacerse cargo del trono. Los términos bajo los que debía acceder fueron dictados por el Parlamento y mediante ellos fueron eliminados los últimos vestigios de poder político con que contaba la monarquía. William era, literalmente, el hombre que los banqueros estaban buscando. Se trajo consigo a un banquero personal de Amsterdam y detrás de él vinieron muchos otros financieros de esa ciudad, que en esa época era el centro financiero de Europa. Desde ese momento, sin embargo, Amsterdam entró en decadencia y Londres se convirtió en el nuevo centro de las finanzas mundiales. Esta fue la "Gloriosa Revolución". El reinado de William dejó básicamente tres cosas a la posteridad. La primera fueron los problemas de Irlanda, de los cuales aún tenemos cada semana sangrientos recordatorios. La segunda fue la Ley de la Tolerancia Religiosa, con la cual se conseguía de una vez por todas que el estado no se viera ya ligado a ningún tipo de restricciones religiosas, ya que ahora todos los puntos de vista religiosos tenían la misma validez ante la ley. Con esta eliminación definitiva de la influencia religiosa directa en el gobierno, la idea del "gobierno de la justicia" que siempre había estado al menos implícita, fue "sustituida por la conveniencia económica como árbitro del sistema y como criterio de la conducta política." Mediante esta ley, todos los obstáculos de base religiosa que se interponían aún en el camino de los financieros fueron eliminados. La tercera cosa, derivada de esto y que consagraba el triunfo final de los prestamistas, fue la creación del Banco de Inglaterra. Los usureros habían ganado la batalla. El nuevo Banco tenía licencia del gobierno para descontar letras de cambio e imprimir todo el dinero que quisiera. Para rematar la obra, se estableció la Deuda Nacional. El Gobierno encontró en el Banco una enorme fuente de poder adquisitivo, a cambio de la promesa de pagar interés a largo plazo. Una porción específica de los impuestos recolectados fue asignada al pago de este interés. En otras palabras, de ahora en adelante la población entera estaba en deuda perpetua. Los más descabellados sueños de los prestamistas se habían hecho realidad. De ahí en adelante, las transacciones usurarias fueron tomando un papel cada vez más importante en los asuntos económicos hasta llegar a nuestros días, en los que han permeado de tal modo la existencia cotidiana, que la vida sin ellas casi nos parece inconcebible. Tal como afirmaba recientemente un banquero, con toda seriedad: "El interés hace que el mundo gire". Me ha sido claramente imposible, al presentar esta panorámica histórica, cubrir con detalle los cerca de doscientos años que abarca, por lo que me he visto obligado a tomar una línea concreta, que he ido siguiendo a través del entramado de la historia. No obstante, una vez encajados en su lugar todos los detalles, podrá comprobarse que las conclusiones que he extraído siguen siendo ciertas y válidas. Mi propósito ha sido mostrar cómo, en un período de menos de dos siglos, la usura pasó de ser un delito condenado absolutamente desde los tiempos más antiguos, castigado severamente por la ley y despreciado por todo el mundo, a ser considerada como una forma reconocida y honorable de hacer negocios, cuyos practicantes recibían los más altos honores que un estado puede otorgar. La legitimidad de la posición de nuestros más lejanos antepasados en esta cuestión se vuelve cada día más clara, a medida que los efectos insidiosos de la usura se van haciendo sentir cada vez más en el medio ambiente y en nuestras vidas. Espero con este artículo poder contribuir a poner de manifiesto el carácter dañino y destructivo de la usura; ¡qué tan profundamente ha llegado a invadir la vida moderna!; y a conseguir que sea percibida como una cuestión de gran importancia política. Nuestros antepasados demostraron que la vida es posible sin ella y bien pudiera ser que la cura de la que, de ignorarse, será la enfermedad terminal de la sociedad en que vivimos, esté en la vuelta a la antigua prohibición de la usura con la que se iniciaba este artículo.
ººººº
EZRA POUND
CANTO XLV: CON USURA
Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra
Con bien cortados bloques y dispuestos
de modo que el diseño lo cobije,
con usura no hay paraíso pintado para el hombre en los muros de su iglesia
harpes et lutz (arpas y laúdes)
o lugar donde la virgen reciba el mensaje y su halo se proyecte por la grieta,
con usura
no se ve el hombre Gonzaga, ni a su gente ni a sus concubinas
no se pinta un cuadro para que perdure ni para tenerlo en casa
sino para venderlo y pronto
con usura,
pecado contra la naturaleza, es tu pan para siempre harapiento,
seco como papel, sin trigo de montaña, sin la fuerte harina.
Con usura se hincha la línea
con usura nada está en su sitio (no hay límites precisos)
y nadie encuentra un lugar para su casa.
El picapedrero es apartado de la piedra
el tejedor es apartado del telar
con usura
no llega lana al mercado, no vale nada la oveja con usura.
Usura es un parásito
mella la aguja en manos de la doncella
y paraliza el talento del que hila. Pietro Lombardo
no vino por usura. Duccio no vino por usura
ni Pier della Francesca; no por usura Zuan Bellini
ni se pintó “La Calunnia”
No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis,
no hubo iglesia de piedra con la firma: Adamo me fecit.
No por usura St. Trophime
no por usura St. Hilaire.
Usura oxida el cincel
Oxida la obra y al artesano
Corroe el hilo en el telar
Nadie hubiese aprendido a poner oro en su diseño;
Y el azur tiene una llaga con usura;
se queda sin bordar la tela.
No encuentra el esmeralda un Memling
Usura mata al niño en el útero
No deja que el joven corteje
Ha llevado la sequedad hasta la cama, y yace
entre la joven novia y su marido
Contra naturam
Ellos trajeron putas a Eleusis
Sientan cadáveres a su banquete
por mandato de usura.