domingo, 1 de agosto de 2010

Chau Matrimonio

El Congreso Abolió el Matrimonio en Argentina
Un importante avance del régimen para la disgregación del pueblo Argentino
Al contrario de lo que se estuvo afirmando públicamente en los días previos a su abolición, el matrimonio no es una institución ni religiosa ni jurídica, es una institución natural. Es, básicamente, una pareja de hombre y mujer, que tiene hijos y los cría. Es la organización básica de toda comunidad, pero a su vez la más importante, ya que de ella depende la existencia misma de la comunidad, porque de ella se generan los futuros miembros de la misma, los hijos. El deber de todo Estado legítimo entonces es darle un marco de seguridad a esta institución natural, mediante la legislación que corresponda. La institución legal del matrimonio lo que hace es simplemente regular a la pareja de padre y madre destinada a tener descendencia, y darle un marco de legitimidad y seguridad en el marco de la comunidad. Y punto. Una legislación matrimonial realista y responsable no inventa nada que no exista ni pretende legislar sobre la naturaleza, simplemente se limita a darle seguridad jurídica a una situación natural. Haciendo lo contrario y legislando sobre la naturaleza en vez de legislar en armonía con la naturaleza, se está creando inseguridad en la institución de familia verdadera, se la relativiza y como ultima consecuencia, se la anula. Se convierte un instituto jurídico que tiene como objetivo facilitar y asegurar un marco de seguridad en la pareja para la crianza de sus hijos, en un contrato de contenido meramente económico, patrimonial. El objeto protegido por la institución del matrimonio deja de ser el hijo, y pasa a ser el interés patrimonial de dos personas. El hecho de poder constituir un “matrimonio” con parejas de hombres o de mujeres así lo señala, el objetivo ya no es facilitar la crianza del hijo, sino asegurar derechos relativos al patrimonio, la comunidad de bienes, las herencias, la obra social, etc. Se deforma el concepto de lo que es el matrimonio reduciendolo a un contrato entre cualquiera con cualquiera por motivos materiales, cuando las regulaciones materiales del matrimonio originalmente eran para proteger la familia para que pudiera criar a sus hijos, era un tema accesorio, no principal. La tendencia actual es, lamentablemente, la disolución de la familia. Muchos hablaron sobre la influencia del divorcio sobre este tema, y hasta cierto punto tienen razón. Un régimen de divorcio liberal, como el actual, es tan nocivo como la ausencia total de un régimen de divorcio. Cuando existen hijos de por medio, el divorcio debe ser una excepción justificada solo por situaciones limite como la violencia familiar, pero no un simple tramite impulsado por los deseos personales de los padres. La ley de divorcio tal como fue creada para Argentina significó en su momento la disolución de miles de familias, puso el interés personal de los padres por sobre los derechos de los hijos y de esa forma debilitó la legitimidad del matrimonio. Hoy en día, esto sumado a muchos otros factores que fomentan el individualismo y el egoísmo, las familias ensambladas o uniparentales son la regla, y la familia natural la excepción, cada vez menos gente contrae matrimonio, y cada ves menos gente tiene hijos. Reiteramos que no adherimos a las posiciones que pretenden que no exista posibilidad de divorcio, sino que creemos que si hay hijos en edad de crianza de por medio (o sea, si se concreta la función real del matrimonio, que es criar hijos), debe ser una excepción, no un mero tramite. Estos ataques a la institución del matrimonio llevan a que las nuevas generaciones lo vean cada vez más como algo innecesario, banal, pierde su significado y su importancia. Perdiendo el matrimonio su significado, ni los propios homosexuales van a contraerlo. Y esto va mas allá de supuestas “preferencias sexuales”, “derechos” o “discriminaciones”, todas palabras vacías que apuntan a agitar los sentimientos en vez de apelar a la razón. Quebrando a la institución BASICA de una comunidad, la familia, que es la que produce a los futuros miembros de esa comunidad, directamente se está atacando a TODOS. Destruir la base de una sociedad, equivale a destruir la sociedad misma. Y es que el objetivo de quienes financian a la clase política “argentina” y les dictan sus teorías ideológicas volcadas en sus delirios parlamentarios, es lograr, en todas partes del mundo, la sociedad ideal del igualitarismo. Es decir, la destrucción total de todos los lazos comunitarios, de todas las identidades nacionales, étnicas e incluso de la identidad sexual, lograr la ausencia absoluta de toda personalidad y de toda identificación con cualquier tipo de grupo, nación, comunidad o familia. Es decir, pasaríamos de ser comunidades, a meros grupos de individuos que por casualidad nacieron unos cerca de otros, solo interesados en lo propio, por no tener ningún lazo que les permita identificarse con lo ajeno, y sin ninguna personalidad. Y quien no tiene personalidad, es fácilmente controlable, fácilmente gobernable y fácilmente manipulable. Es destruir la diversidad, en nombre de la diversidad, aprovechando que pocos logran entender que diversidad e igualdad son conceptos contrarios e incompatibles. Naturalmente, nadie en los turbios recintos del Congreso se atrevió a apartarse del tufo del discurso políticamente correcto del que dependen sus cargos, su vida y su sistema de gobierno. Todos, tanto quienes estuvieron a favor o en contra de la abolición del matrimonio, apelaron en sus argumentos al latiguillo hipócrita de la “igualdad, libertad y fraternidad”, eslogan oficial de los regimenes mas asesinos de la historia de la humanidad. Los argumentos de carácter dogmático religioso, en este asunto, también estuvieron totalmente de más. Argumentar en base a los dogmas de un culto religioso determinado es un error, teniendo en cuenta que un dogma religioso solo le atañe a los fieles de un culto determinado, y el resto de la sociedad no tiene por que adherir a ellos. El Matrimonio es una institución de la Comunidad, y los ataques a esa institución son un problema social, no religioso. Por otro lado, la intervención de los cultos introduciendo argumentos de dogma religioso, convirtieron a los ojos de gran parte de la opinión pública al asunto en un tema de “Iglesia Católica contra Homosexuales”, cuando en realidad se trato de la Clase Política contra el Pueblo Argentino. Con respecto a este tema, cabe subrayar que durante el larguísimo delirio discursivo que se llevo a cabo en el Congreso, varios legisladores ridiculizaron a quienes opinaron en contra del proyecto, especialmente a ciertos adherentes a cultos religiosos, y mas que nada a la Iglesia Católica, acusándolos de alarmistas apocalípticos y de anunciar el fin del mundo y la venida del demonio “solamente por esto”, solamente “por una opinión”. Pero al mismo tiempo, esos mismos legisladores que ridiculizaban las voces alarmistas y apocalípticas de unos, anunciaban su propia y ridícula versión del Apocalipsis al referirse a las opiniones de quienes no estaban de acuerdo con este proyecto, y especialmente a quienes afirmaron que la homosexualidad es un comportamiento psicológicamente desviado, casi advirtiendo con toda la histeria del mundo que afirmar esto acarrearía automáticamente la muerte súbita de todos los homosexuales, su exterminio definitivo por hordas armadas y el fin del universo como lo conocemos. Si este doble discurso hipócrita fue detectado por muy pocos, es gracias a la acción de lavado de cerebros que a diario ejercen sobre la opinión publica organismos de represión ideológica y de policía del pensamiento como el INADI, cuya función es básicamente establecer que se debe pensar y que no, a quien se puede odiar y a quien no, cuales opiniones pueden ser perseguidas y reprimidas y cuales no, y que de hecho ejerció su poder de policía fuera del Congreso este 14 de julio, apersonándose el presidente del INADI Claudio Morgado con una patota kirchnerista en el lugar y expulsando violentamente a quienes estaban en contra de la abolición del matrimonio, principalmente católicos, y se expresaban en ese sentido en la vía pública. Son estas organizaciones represivas las que imponen en la opinión pública ideas simplistas, basadas en puras manipulaciones sentimentalistas, y completamente vacías de contenido real, que llevan mediante el engaño y la mas baja manipulación a pensar que afirmar que la homosexualidad es una desviación psicológica, una parafilia, equivale a odiar a los homosexuales, a perseguirlos, a despreciarlos, o en los casos mas ridículos del delirio del “discurso discriminatorio”, a exterminarlos. A nosotros estas manipulaciones no nos importan. Nosotros nos decidimos a luchar por la Verdad en todos los campos, y no vamos a ocultar nuestro pensamiento sobre este tema en particular aunque eso signifique generar resentimiento en una gran cantidad de personas que han sido manipuladas por los oscuros organismos oficiales que están diseñados para eso, para llevar a la gente a pensar que una opinión sincera y válida equivale a “odio”. La única verdad es la realidad, y la realidad es que en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) decidió eliminar la homosexualidad del “Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales” debido solamente a presiones políticas y a intimidaciones de organismos similares a la policía de represión del pensamiento del INADI, y que de ahí en adelante la investigación seria sobre el tema se tornó difícil debido a la coacción de esos militantes, de medios de comunicación y de organismos políticos que presionan para que esto no suceda, y ridiculizan a los pocos que se atreven. Naturalmente, las presiones ideológicas no son validas como argumentaciones científicas. Es decir, no existe hoy en día ninguna razón científica válida para afirmar que la homosexualidad no es un comportamiento desviado. Estamos frente a una imposición retrograda de un pensamiento único y obligatorio. Si para sostener su punto de vista los inquisidores del discurso oficial tienen que coaccionar a los científicos y a la población en general, y tienen que provocar el miedo de ser señalado y escarmentado por opinar distinto a ellos, por algo será. Por eso, así como sería un acto irresponsable fomentar odios irracionales, es también un acto de locura irresponsable y de agresión al Pueblo entero, homosexuales incluidos, darle legitimidad legal al comportamiento homosexual, para colmo destruyendo y deslegitimizando en el proceso a una institución jurídica que debería tener como principal objeto la protección de la familia, que es la célula social que tiene como función dar origen a las nuevas generaciones, a los hijos, a los futuros argentinos. Esto es solo una muestra de la actual corrupción del sistema democrático, con sus falsedades e impunidad, donde se destruyen los valores comunitarios y se fomenta una sociedad cada vez más individualista elevando los intereses egoístas de los individuos por sobre los intereses solidarios del Pueblo. Y mas aún cuando el ejército de inútiles conocidos como diputados y senadores, deberían estar trabajando en la solución de los miles de gravísimos problemas que causan la actual disgregación nacional, en vez de profundizarla. Se ríen de la muerte, la pobreza y la ignorancia que aumenta día a día, fomentada por ellos mismos para beneficio propio y de quienes los financian. Los homosexuales, por más que les pese, han sido utilizados para fomentar aún más la disgregación del Pueblo Argentino, quitándole legitimidad a la institución de matrimonio mediante su relativización y mediante su conversión en un mero contrato de objeto patrimonial y económico. Los impulsores de este proyecto, son los mismos que integran la anquilosada corporación política que viene oprimiéndonos impunemente durante años, fomentando el temor, la pobreza y viviendo de la corrupción y de la tristeza de todos los argentinos.
Publicado por el "Movimiento por la Justicia y la Libertad" http://www.boletinmjl.com.ar

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