Con el retorno de Zelaya, la izquierda latinoamericana estrena una nueva forma de “invasión democrática”
Tegucigalpa.- El inesperado y sorpresivo retorno al país del ex presidente Manuel Zelaya, no sólo ratifica la puesta en marcha de una operación estratégica de la izquierda latinoamericana, liderada por Hugo Chávez de Venezuela, y avalada presuntamente por Washington, sino que también el ensayo de una nueva modalidad internacional de “invasión democrática” ante la mirada complaciente de la comunidad internacional. La operación se efectuó previa a la instalación de la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde el “caso Honduras”, como le llamaron, iba ser objeto de discusión y condena, por enésima vez.
Pero las condiciones para enviar los cascos azules a Honduras no estaban dadas, y era preciso generar un factor de inestabilidad interna que justifique “cualquier exabrupto” para que la comunidad internacional decida apoyar una “invasión pacífica” al país, como parte de las formas quirúrgicas de una operación retorno que Washington empezó a auscultar la semana anterior, por medio de la visita que hiciera una alta funcionaria de ese país a algunas naciones centroamericanas, entre ellas El Salvador.
El elemento desestabilizador que buscaba el grupo agrupado en los países que conforman la Alternativa Bolivariana para los pueblos libres de América (ALBA), era la llegada del propio ex mandatario Zelaya, quien ayudado por un influyente político del partido liberal, en el poder, logró burlar la “inteligencia” militar-policial y jugar así al factor sorpresa que en inicio desestabilizó al gobierno interino de Roberto Micheletti.
Chávez lideró estrategia de retorno
La estrategia de retorno de Zelaya estuvo liderada por el principal conductor del ALBA, el presidente venezolano Hugo Chávez, en comparsa con sus pares de la izquierda sudamericana, entre ellos el gobierno brasilero que preside Ignacio Lula Da Silva, cuyo canciller aceptó que se enteró “en pleno vuelo” a Nueva York del ingreso de Zelaya a su sede diplomática en Tegucigalpa.
Pero más tardó Brasil en indicar que Zelaya estaba en “calidad de huésped”, cuando la presidenta argentina, Cristina Kirchner, suspendió una reunión de gabinete para cantar victoria por el retorno de su aliado y augurar “vientos de cambio” para Honduras. Chávez no se quedó atrás, al dar muestras de ser el conductor de la operación y que ahora la estrategia se enfilaría en una fase que sólo él y Zelaya habrían conversado, dirigidos al patio interno hondureño y al contexto de la asamblea de las Naciones Unidas.
Minutos más tarde, la Organización de Estados Americanos (OEA),“sorprendida” también por la audacia de los “albistas”, convocó de emergencia a una reunión extraordinaria e inmediatamente, como si estuviese redactado con anticipación, emitió un comunicado donde autorizaba a su secretario general, José Miguel Insulza, para viajar a Tegucigalpa en busca de la negociación para el diálogo y la reconciliación.
Simultáneo al comunicado, Zelaya informaba que ya había hablado con Insulza para que viniera a Tegucigalpa, así como con delegaciones de Naciones Unidas, quienes, sostuvo el ex mandatario, han avalado su determinación de ingresar como un fugitivo e incursionar en una sede diplomática sudamericana para “esperar la negociación”.
Patria, restitución o muerte, el nuevo “diálogo” de Zelaya
El gobierno brasileño, quien hasta este lunes había optado un papel de actor tras bambalinas en la crisis, decidió dar la cara y al afirmar que el ex gobernante goza en su sede en Tegucigalpa en calidad de huésped, acepta también que ello lleva implícito que un “invitado” no puede arengar e incitar a la población a una insurrección nacional, aunque ese visitante sea el propio ex gobernante Zelaya, pues son normas que establece la diplomacia.
Pero Zelaya y Brasil han pasado por alto estas formas de la diplomacia. En principio, Zelaya dijo que venía para entablar el diálogo y la reconciliación, al tiempo que sepultaba definitivamente la propuesta del mediador Óscar Arias a la crisis hondureña que ha sido auspiciada por Washington y la comunidad internacional.
El ex gobernante tajantemente dijo que el plan Arias había muerto y fracasado, y más tardó en acariciar un micrófono y hablar ante sus simpatizantes, que en olvidar sus frases iniciales de diálogo y reconciliación, para asegurar que su retorno obedecía a tres propósitos: Patria, restitución o muerte.
Zelaya volvía a ser el mismo de antes, la careta no le duró mucho. En tanto, la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, y el mediador Óscar Arias, en el mejor de los ridículos se mostraron “sorprendidos” por el regreso de Zelaya y confiaron en que su estadía sirva de base para la “reconciliación” hondureña.
Crisis política conduce a una “muerte súbita”
Lo mismo dijo la OEA y otros países al afirmar que confían en que su presencia “facilite” los procesos, al tiempo que exhortan al gobierno interino de Micheletti a respetar la vida de Zelaya y de los funcionarios brasileros acreditados en Tegucigalpa. Olvidaron, que en términos diplomáticos, la seguridad de Zelaya es responsabilidad estricta del gobierno de Brasil.
La comunidad internacional, al pasar el conflicto hondureño a una solución entre las partes en pugna, en una especie de “muerte súbita”, avala cualquier exceso de fuerza que se pudiera producir en el país, además de violentar los principios de autodeterminación de los pueblos. La reconciliación por la que abogan, no pinta tan fácil en este país.
En especial para los simpatizantes de Zelaya, que no piensan igual al resto de naciones.
Ellos quieren que Zelaya vuelva a la silla presidencial, altere o suprima el proceso electoral y les convoque a una asamblea constituyente, en donde incluso comenzaron a repartirse los cargos entre los hijos de Zelaya, escritores e intelectuales, activistas humanitarios, líderes cooperativos, cafetaleros y periodistas, por citar algunos. Con ellos, piensan “refundar” Honduras.
La administración de Micheletti, en el análisis de los escenarios estratégicos, determinó instalar un largo toque de queda en el país, mientras recompone sus acciones, de cara a los próximos movimientos internos y externos que pueda hacer Zelaya y el grupo izquierdista latinoamericano encabezado por el ALBA.
OEA apresurada en buscar salida
El analista político, Jorge Yllescas, dijo a la prensa que el retorno de Zelaya era una de las escenas previsibles desde que Washington habló de “operaciones quirúrgicas”, en donde tampoco se descarta la idea de una “invasión”. Yllescas dijo que Zelaya vino para entorpecer el proceso electoral y meter miedo a la población, “pero se deben cerrar filas en torno a las elecciones”.
A su vez, el analista Juan Ramón Martínez, habló de que Zelaya tiene dos opciones: O pide asilo a Brasil o se entrega a las autoridades hondureñas para responder a las acusaciones pendientes, “a menos que quiera interrumpir las elecciones y armar revueltas con sangre en el país”.
La determinación del gobierno transitorio de tomar medidas precautorias para evitar que el problema desemboque en fuertes agitaciones sociales de resultados insospechables, molestó a Zelaya, tras asegurar a sus medios afines, que “estamos frente a una batalla final, aquí nadie se rinde: patria o muerte”.
Para el secretario general de la OEA, Miguel Insulza, ha llegado la hora de “apresurar” una salida al conflicto de Honduras, y con el retorno de Zelaya, la oportunidad “es oportuna, aunque no queremos que haya más confrontación; hay que ponerle fin a esta crisis de una vez por todas”.
Las próximas horas y días serán decisivos y el ensayo sobre las nuevas formas democráticas de invasión e intervención en una nación, que ha puesto en práctica la izquierda latinoamericana y sus afines en el concierto de naciones, indicará el rumbo que espera a los países pobres que intentan hacer valer la autodeterminación de los pueblos.
Chávez lideró estrategia de retorno
La estrategia de retorno de Zelaya estuvo liderada por el principal conductor del ALBA, el presidente venezolano Hugo Chávez, en comparsa con sus pares de la izquierda sudamericana, entre ellos el gobierno brasilero que preside Ignacio Lula Da Silva, cuyo canciller aceptó que se enteró “en pleno vuelo” a Nueva York del ingreso de Zelaya a su sede diplomática en Tegucigalpa.
Pero más tardó Brasil en indicar que Zelaya estaba en “calidad de huésped”, cuando la presidenta argentina, Cristina Kirchner, suspendió una reunión de gabinete para cantar victoria por el retorno de su aliado y augurar “vientos de cambio” para Honduras. Chávez no se quedó atrás, al dar muestras de ser el conductor de la operación y que ahora la estrategia se enfilaría en una fase que sólo él y Zelaya habrían conversado, dirigidos al patio interno hondureño y al contexto de la asamblea de las Naciones Unidas.
Minutos más tarde, la Organización de Estados Americanos (OEA),“sorprendida” también por la audacia de los “albistas”, convocó de emergencia a una reunión extraordinaria e inmediatamente, como si estuviese redactado con anticipación, emitió un comunicado donde autorizaba a su secretario general, José Miguel Insulza, para viajar a Tegucigalpa en busca de la negociación para el diálogo y la reconciliación.
Simultáneo al comunicado, Zelaya informaba que ya había hablado con Insulza para que viniera a Tegucigalpa, así como con delegaciones de Naciones Unidas, quienes, sostuvo el ex mandatario, han avalado su determinación de ingresar como un fugitivo e incursionar en una sede diplomática sudamericana para “esperar la negociación”.
Patria, restitución o muerte, el nuevo “diálogo” de Zelaya
El gobierno brasileño, quien hasta este lunes había optado un papel de actor tras bambalinas en la crisis, decidió dar la cara y al afirmar que el ex gobernante goza en su sede en Tegucigalpa en calidad de huésped, acepta también que ello lleva implícito que un “invitado” no puede arengar e incitar a la población a una insurrección nacional, aunque ese visitante sea el propio ex gobernante Zelaya, pues son normas que establece la diplomacia.
Pero Zelaya y Brasil han pasado por alto estas formas de la diplomacia. En principio, Zelaya dijo que venía para entablar el diálogo y la reconciliación, al tiempo que sepultaba definitivamente la propuesta del mediador Óscar Arias a la crisis hondureña que ha sido auspiciada por Washington y la comunidad internacional.
El ex gobernante tajantemente dijo que el plan Arias había muerto y fracasado, y más tardó en acariciar un micrófono y hablar ante sus simpatizantes, que en olvidar sus frases iniciales de diálogo y reconciliación, para asegurar que su retorno obedecía a tres propósitos: Patria, restitución o muerte.
Zelaya volvía a ser el mismo de antes, la careta no le duró mucho. En tanto, la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, y el mediador Óscar Arias, en el mejor de los ridículos se mostraron “sorprendidos” por el regreso de Zelaya y confiaron en que su estadía sirva de base para la “reconciliación” hondureña.
Crisis política conduce a una “muerte súbita”
Lo mismo dijo la OEA y otros países al afirmar que confían en que su presencia “facilite” los procesos, al tiempo que exhortan al gobierno interino de Micheletti a respetar la vida de Zelaya y de los funcionarios brasileros acreditados en Tegucigalpa. Olvidaron, que en términos diplomáticos, la seguridad de Zelaya es responsabilidad estricta del gobierno de Brasil.
La comunidad internacional, al pasar el conflicto hondureño a una solución entre las partes en pugna, en una especie de “muerte súbita”, avala cualquier exceso de fuerza que se pudiera producir en el país, además de violentar los principios de autodeterminación de los pueblos. La reconciliación por la que abogan, no pinta tan fácil en este país.
En especial para los simpatizantes de Zelaya, que no piensan igual al resto de naciones.
Ellos quieren que Zelaya vuelva a la silla presidencial, altere o suprima el proceso electoral y les convoque a una asamblea constituyente, en donde incluso comenzaron a repartirse los cargos entre los hijos de Zelaya, escritores e intelectuales, activistas humanitarios, líderes cooperativos, cafetaleros y periodistas, por citar algunos. Con ellos, piensan “refundar” Honduras.
La administración de Micheletti, en el análisis de los escenarios estratégicos, determinó instalar un largo toque de queda en el país, mientras recompone sus acciones, de cara a los próximos movimientos internos y externos que pueda hacer Zelaya y el grupo izquierdista latinoamericano encabezado por el ALBA.
OEA apresurada en buscar salida
El analista político, Jorge Yllescas, dijo a la prensa que el retorno de Zelaya era una de las escenas previsibles desde que Washington habló de “operaciones quirúrgicas”, en donde tampoco se descarta la idea de una “invasión”. Yllescas dijo que Zelaya vino para entorpecer el proceso electoral y meter miedo a la población, “pero se deben cerrar filas en torno a las elecciones”.
A su vez, el analista Juan Ramón Martínez, habló de que Zelaya tiene dos opciones: O pide asilo a Brasil o se entrega a las autoridades hondureñas para responder a las acusaciones pendientes, “a menos que quiera interrumpir las elecciones y armar revueltas con sangre en el país”.
La determinación del gobierno transitorio de tomar medidas precautorias para evitar que el problema desemboque en fuertes agitaciones sociales de resultados insospechables, molestó a Zelaya, tras asegurar a sus medios afines, que “estamos frente a una batalla final, aquí nadie se rinde: patria o muerte”.
Para el secretario general de la OEA, Miguel Insulza, ha llegado la hora de “apresurar” una salida al conflicto de Honduras, y con el retorno de Zelaya, la oportunidad “es oportuna, aunque no queremos que haya más confrontación; hay que ponerle fin a esta crisis de una vez por todas”.
Las próximas horas y días serán decisivos y el ensayo sobre las nuevas formas democráticas de invasión e intervención en una nación, que ha puesto en práctica la izquierda latinoamericana y sus afines en el concierto de naciones, indicará el rumbo que espera a los países pobres que intentan hacer valer la autodeterminación de los pueblos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario