domingo, 30 de agosto de 2009

Dominación Social


EL CONTROL DE LA NECESIDAD

El sistema socioeconómico moderno encuentra su base de sustentación en el Control de la Necesidad, el necesario y nunca reconocido principio legitimador del orden político contemporáneo. La atribución de legitimidad que los individuos otorgan a un determinado sistema social, es considerado como un elemento sustancial para su perdurabilidad, de su afincamiento y maniobrabilidad a través de diversos momentos. ¿Cómo podría sino es por esta creencia, que un conjunto de reglas y normas sociales, económicas y políticas, puedan ser aceptados por un conjunto poblacional, por una sociedad? Aún más se justifica este interrogante, cuando vemos que ese ordenamiento sociológico (económico y jurídico, también) habilita el ejercicio de ciertas prácticas de dominación social, específicamente hablando, mediante el Control de la Necesidad. Todos los individuos tienen necesidades que cubrir, que tienen que ver no sólo con lo económico -aquello que diríamos "el pan nuestro de cada día"-, sino que eventualmente se presentan dificultades propias de la vida, en las cuales se necesita una atención especializada. Y aunque las necesidades sean diversas, lo económico es un elemento central a tener presente a la hora de cubrir las mismas.
Una situación típica de control por la necesidad es el denominado "clientelismo político", esto es, la involuntaria participación y colaboración con una fuerza política a cambio de la cobertura de una necesidad. ¿De qué tipo de necesidad estamos hablando? Pues bien, cualquiera sabe que una persona que esté viviendo en míseras condiciones económicas, que carezca de un empleo, que no tenga vivienda propia, que tenga chicos para alimentar, que deba comprar medicamentos de alto valor o conseguirlo a través de algún "contacto" en la administración pública, que no pueda cubrir la necesidad alimentaria y de vestimenta, que tenga algún juicio laboral o de cualquier índole y no pueda pagar al abogado, etc. etc., y todos los casos que a diario se presentan en nuestra sociedad, es el blanco perfecto al que apunta el clientelismo político en su Control de la Necesidad. Esas "pequeñas ayudas" que nada le cuestan a los dirigentes que ocupan cargos burocráticos, suelen ser percibidos como un enorme beneficio por los necesitados. Cuando alguien tiene sed, ellos tienen el vaso de agua a disposición, pero... esto no es gratis. El agua debe pagarse -perdón-, se solicita una "colaboración" con el dirigente, la agrupación o fuerza política que haya hecho el favor. Porque obviamente, el dirigente político no actúa movido por un afán filantrópico, ni mucho menos, sino con un perfecto y aceitado sistema de pesas y medidas. Y a todos los niveles. Pero llegados a este punto, nos preguntamos si es justo atribuirle solamente a la dirigencia política el Control de la Necesidad. La respuesta es negativa.
No hay peor situación para un individuo, sea hombre o mujer, que estar padeciendo una necesidad incubrible o, al menos, difícilmente soportable. Muchos podrían dar testimonio de las ocasiones en las que han debido resignarse, hacer de tripas corazón, agachar el lomo o rebajarse, con tal de poder paliar su lastimosa situación. Y esto es particularmente gravísimo en el ámbito laboral, que es donde más se marca esta infamante relación de control social. Sería por demás extenso, mucho más que lo dicho acerca del clientelismo político, para describir la condición de neoesclavitud que se vive en las relaciones laborales, y ello escaparía al objeto del presente y breve escrito. No obstante, señalemos que el Control de la Necesidad de parte de las jerarquías empresariales, desde el jefe máximo de la unidad económica hasta el encargado o jefe de sección, está a la orden del día. El abuso de autoridad es una de las características más notorias de la relación laboral, aunque el temor y la cautela que padece la víctima de esta relación, hace que muchas veces no queden rastros de tal abuso. Una de las situaciones más típicas es la que viven las mujeres cuando son acosadas por sus jefes, y más allá de que haya habido consentimiento real o no por parte de la mujer, lo cierto es que existen muchos casos donde efectivamente se practica un abuso de autoridad, que no hace más que reflejar el concepto que aquí se está esbozando, el Control de la Necesidad.
Como se señaló más arriba, las necesidades no son sólo de índole económica, aunque lo económico resulta ser determinante en relación a esta idea del Control de la Necesidad (y sólo en relación a ella, pues aquí no se trata de un alegato materialista, pero sí de una realidad indiscutible). Podría agregarse que no solo de índole material, pues aún en la dimensión espiritual o anímico-psicológica, existen necesidades muy profundas que no siempre son respondidas con la calidez y el afecto que merecen. La aparición de una delicada situación emocional, puede acarrearle a quien la padece serias consecuencias que se traducen en una excelente oportunidad para los ávidos rapiñeros que aguardan con impaciencia el poder tomar la riendas en el asunto. Verdaderamente denigrante para la condición humana es la explotación de la fe, el abuso contra aquel que necesita de la fuerza divina para apaciguar su dolor, y que desgraciadamente termina siendo manipulado por hábiles psicopatistas y pseudoclérigos, que lo esquilman en su conducta y también en su bolsillo. Porque aquí el Control de la Necesidad actúa de manera despiadada. La clemencia celestial sólo es posible para aquel que otorga algo de sí, y ese algo -claro está- es dinero o algún valor tangible. Y no son algunas moneditas de la clásica limosna dominguera, son jornales que alimentan a familias trabajadoras, que se vuelcan a las arcas de los abusadores del espíritu, de aquellos que dicen obrar en nombre de Aquel cuyo reino no era de este mundo.
Con estas líneas se intenta bosquejar un simple concepto, referido a una cuestión de índole cotidiana que toda persona vive y sabe comprender. De alguna manera, las necesidades son naturales a nuestra existencia terrena, y no es exactamente de lo que se habla. El objeto de repudio lo constituye la construcción de un ordenamiento social, que basa gran parte de su mecánica de funcionamiento en el Control de la Necesidad, esto es la posibilidad de que un ser humano pueda llevar a cabo prácticas de dominación sobre sus semejantes. Tal sociedad responde a un tipo específico de comportamiento humano que se traslada al conjunto social. Dicho de otra manera, la preeminencia de determinadas características humanas, individual y grupalmente diferenciadas de la totalidad, terminan imponiéndose y definiendo la fisonomía de esta última cuando nada lo impide. En vano sería describir o diagnosticar una situación de relación social, sino tuviéramos en mente algún principio contrario al que deseamos oponernos. El Control de la Necesidad es antagónico al principio de libertad e igualdad que se proclama a los cuatro vientos. Si se es "igual", debe contarse con la misma posibilidad que el otro de paliar su necesidad; y el individuo deja de ser "libre" cuando no puede cubrir su necesidad. La insatisfacción de necesidades son funcionales a la dominación social, son la precondición que habilita a la tan repudiada explotación del hombre por el hombre, pero que nada se hace por combatirla. Solo a partir de un auténtico examen de conciencia, acerca de las conductas que desplegamos a nivel individual y social en relación al Control de la Necesidad, nos permitirá acercarnos al debido replanteo del ordenamiento social.

Bs. As., 29 de Agosto de 2003 - Agrupación QNQN

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