MIRADAS INDIVIDUALIZANTES
A propósito de las transformaciones sociales que hemos tenido en los últimos veinte años, bien podríamos considerar la potente eficacia de la “libertad individual”, como paradigma constituyente del nuevo tejido social, base del feroz individualismo que contínuamente desdibuja el entramado social de aquello que alguna vez constituyó una comunidad nacional. Veamos un poco esta situación.
En los diálogos cotidianos, suelen darse con variada frecuencia referencias narrativas acerca de personas individuales, de asuntos que atañen en términos individualistas, ya sea en referencia a uno mismo (la persona que está hablando) o respecto de terceras personas (conocidos, amigos). Raramente se pluraliza el contenido de una temática en particular, poco frecuente la referencia en clave grupal, colectiva o social respecto de un determinado tema. Por ejemplo, si el punto en cuestión es el desempleo, el tratamiento pasa por la experiencia personal o bien la situación de algún familiar o amistad, pero nunca hablando de grupos humanos o de la sociedad en general, con respecto al problema del desempleo. Otro caso se da con las relaciones afectivo-sentimentales. Abundan los casos individuales de conocimiento propio, desde donde se paran para observar esta problemática. Pero jamás se la aborda con rostro “pluralizado”, es decir, considerando el conjunto social en cuanto protagonista colectivo de esta temática en particular. En pocas palabras, siempre se tratan los temas de conversación en términos estrictamente individualistas, enfocándolo con un prisma unidimensional, fuera del marco general y sin hacer la menor referencia a la dimensión colectiva de tales cuestiones, sin considerar el trasfondo holístico que hacen de estas conductas individuales unas prácticas sociales. Se percibe y refleja lo primero como único aspecto que se tiene a la vista, pero se desatiende considerablemente lo segundo como espacio producido por las subjetividades y, al mismo tiempo, objetivador de esas mismas prácticas.
Ciertamente los individuos nos referimos a determinadas cuestiones siempre en base al conocimiento personalizado de las mismas. Esto necesariamente implica una “individualización”, en cuanto desarrollo primario de una problemática de la cual se tiene algún conocimiento. No obstante esta primera mirada, es el desvinculamiento de lo colectivo en toda temática de conversación, lo que más se atiende a los efectos de alejarse de cualquier eventual connotación con lo “político”, o más aún, con el reverendo temor a ser considerado como “politizante” el tratamiento de una problemática que afecta al conjunto social, siendo entonces considerado en términos individualizantes. La eliminación de todo resquicio de politicidad en las prácticas discursivas hacen que las demandas sociales carezcan de la fuerza necesaria para relacionar con precisión la vinculación existente entre el reclamo puntual y el discurso político que hegemoniza el espacio público. Los movimientos por demandas puntuales son importantes en cuanto búsquedas precisas de solución a problemas concretos que padece la población. Pero fracturados de todo hilo político, pierden la fuerza trascendente que explica el complejo institucional y la responsabilidad individual de aquellos que ejercen la función pública. Sin una mirada integradora de lo político y social, los reclamos puntuales se desvinculan y languidecen de su legítimo potencial transformador.
De las demandas sociales a las estrictamente puntuales, pasamos por los discursos que apelaban a lo político para replegarnos en ámbitos individuales. Las prácticas discursivas que se ejercen en acotados ámbitos como los laborales, nos hablan de una específica mirada de la realidad. Lo reivindicativo queda así más individualizado que nunca. Podemos decir más, o tal vez otras cosas, siempre y cuando consideremos que esta cuestión resulta de algún interés. De lo que podemos estar seguros, es que debemos establecer miradas y propuestas superadoras de una realidad que no compartimos.-
En los diálogos cotidianos, suelen darse con variada frecuencia referencias narrativas acerca de personas individuales, de asuntos que atañen en términos individualistas, ya sea en referencia a uno mismo (la persona que está hablando) o respecto de terceras personas (conocidos, amigos). Raramente se pluraliza el contenido de una temática en particular, poco frecuente la referencia en clave grupal, colectiva o social respecto de un determinado tema. Por ejemplo, si el punto en cuestión es el desempleo, el tratamiento pasa por la experiencia personal o bien la situación de algún familiar o amistad, pero nunca hablando de grupos humanos o de la sociedad en general, con respecto al problema del desempleo. Otro caso se da con las relaciones afectivo-sentimentales. Abundan los casos individuales de conocimiento propio, desde donde se paran para observar esta problemática. Pero jamás se la aborda con rostro “pluralizado”, es decir, considerando el conjunto social en cuanto protagonista colectivo de esta temática en particular. En pocas palabras, siempre se tratan los temas de conversación en términos estrictamente individualistas, enfocándolo con un prisma unidimensional, fuera del marco general y sin hacer la menor referencia a la dimensión colectiva de tales cuestiones, sin considerar el trasfondo holístico que hacen de estas conductas individuales unas prácticas sociales. Se percibe y refleja lo primero como único aspecto que se tiene a la vista, pero se desatiende considerablemente lo segundo como espacio producido por las subjetividades y, al mismo tiempo, objetivador de esas mismas prácticas.
Ciertamente los individuos nos referimos a determinadas cuestiones siempre en base al conocimiento personalizado de las mismas. Esto necesariamente implica una “individualización”, en cuanto desarrollo primario de una problemática de la cual se tiene algún conocimiento. No obstante esta primera mirada, es el desvinculamiento de lo colectivo en toda temática de conversación, lo que más se atiende a los efectos de alejarse de cualquier eventual connotación con lo “político”, o más aún, con el reverendo temor a ser considerado como “politizante” el tratamiento de una problemática que afecta al conjunto social, siendo entonces considerado en términos individualizantes. La eliminación de todo resquicio de politicidad en las prácticas discursivas hacen que las demandas sociales carezcan de la fuerza necesaria para relacionar con precisión la vinculación existente entre el reclamo puntual y el discurso político que hegemoniza el espacio público. Los movimientos por demandas puntuales son importantes en cuanto búsquedas precisas de solución a problemas concretos que padece la población. Pero fracturados de todo hilo político, pierden la fuerza trascendente que explica el complejo institucional y la responsabilidad individual de aquellos que ejercen la función pública. Sin una mirada integradora de lo político y social, los reclamos puntuales se desvinculan y languidecen de su legítimo potencial transformador.
De las demandas sociales a las estrictamente puntuales, pasamos por los discursos que apelaban a lo político para replegarnos en ámbitos individuales. Las prácticas discursivas que se ejercen en acotados ámbitos como los laborales, nos hablan de una específica mirada de la realidad. Lo reivindicativo queda así más individualizado que nunca. Podemos decir más, o tal vez otras cosas, siempre y cuando consideremos que esta cuestión resulta de algún interés. De lo que podemos estar seguros, es que debemos establecer miradas y propuestas superadoras de una realidad que no compartimos.-
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