lunes, 31 de agosto de 2009

Genocidio (I)


Exterminio "democrático" en Francia

Roosevelt y Churchill, haciendo caso omiso de que Alemania tenia, en
Europa, como compañeros de armas a Rumania, Bulgaria, Hungría, Finlandia, Croacia y Eslovaquia, sin contar a Italia que cambió de bando -por lo menos la mayor parte de ella- en 1943, pretendieron que los Aliados hacían la guerra por la liberación de Europa. Eisenhower llegó a bautizar la campaña en nuestro Continente como una "Cruzada en Europa", y tal fue el título que dio a un libro de memorias bélicas que sobre tal tema publicó unos años más tarde. En cambio, una figura política del calibre de Sir Anthony Eden, manifestó al respecto:
"Desde Noruega hasta los Alpes Marítimos, los Aliados han emprendido la más formidable caza del hombre de la Historia".
Y esto fue la liberación de Europa, tras la Cruzada: una auténtica cacería humana.
Vamos a estudiar, muy someramente, los rasgos principales de esa liberación al "estallar la paz", el 8 de Mayo de 1945. Empezaremos por Francia, oficialmente uno de los "Cinco Grandes", teóricamente vencedor en la guerra, cuyo territorio liberaron los ejércitos norteamericanos y los multinacionales y multicolores ejércitos británicos. A esa tarea ayudaron (?) las llamadas F.F.I. (Fuerzas Francesas del Interior), cuya contribución militar, según testimonio ya citado de Eisenhower, fue prácticamente nulo. Ahora bien, cuando se ilustraron los valientes maquis de las F.F.I. fue cuando el último soldado alemán hubo emprendido la retirada. Dejemos hablar a los propios franceses:
"Existe un campo de detenidos sobre el cual se ha procurado guardar silencio, en nuestra patria. El campo de Estivaux. El día siguiente a la Liberación, un campo fue creado en las cercanías de Saint-Rémy-sur-Durolle, en el Departamento del Puy-de-Dome, para guardar en él a todos aquellos -y aquellas- que, con razón o sin ella, eran sospechosos de colaboracionismo con los alemanes. Hubo pronto en Estivaux varios centenares de detenidos, arrestados, ilegalmente y en la mayoría de casos sin motivo preciso ni válido. Vigilados por energúmenos armados hasta los dientes con granadas y ametralladoras, los detenidos no tardarían en enterarse de que, en el capítulo de las ignominias, ciertos franceses no tenían nada que aprender de los torturadores de la G.P.U. o de la Gestapo.
"Fueron, en primer lugar, las mujeres, las que sirvieron de diversión a los siniestros guardianes. Tras haber sufrido todos los ultrajes infligidos por los brutos que las custodiaban, las desgraciadas fueron sometidas a abominables torturas. Una de ellas, originaria de Saint-Rémy- sur-Durolle, después de haber sido mutilada, fue ejecutada de la siguiente manera: arrastrada hasta el medio del campo, fue hinchada con aire comprimido hasta que, al estallarle los intestinos, murió en medio de atroces sufrimientos. No fue, ¡ay!, la única víctima de los innobles verdugos que, encontrando el "juego" divertido, reincidieron sobre varias mujeres mas.
"Pero los verdugos no se contentaban con asesinar a sus víctimas: a veces llevaban el sadismo hasta a convidarles a participar en diversiones preliminares tales como ésta: Media docena de pobres diablos, más muertos que vivos, eran arrastrados hasta el interior de un circulo formado por sus carceleros e invitados, a punta de bayoneta, a cavar rápidamente su tumba. Cuando el agujero se consideraba suficientemente profundo, una víctima designada por sorteo era precipitada en su interior y la horda aloquecida la pisoteaba, danzando y vociferando durante horas. Cuando los carceleros se cansaban del espectáculo, la victima era enterrada allí mismo por sus compañeros".
"Unas dos mil mujeres acusadas de colaboracionismo fueron paseadas desnudas por las calles principales de París, el día de la Liberación. Algunas fueron violadas y todas apaleadas.
Era corriente que les cortaran los pelos del pubis. Hubo verdaderas abominaciones".
No queremos extendernos más sobre las ignominias cometidas ni relatar sádicas escenas, impropias de las bestias.
Marcel Willard, miembro del Partido Comunista Francés, a quien el General De Gaulle había nombrado Ministro de Justicia, declaró, en una interviú, en 1944:
"De ahora en adelante, el signo de la Justicia ya no será una balanza, sino una ametralladora".
Este camarada-Ministro nombró a un abogado miembro del Partido, Midol, adjunto del Fiscal General de la República, con la consigna de aguijonear el rigor de aquél. El resultado de esta nueva concepción de la Justicia es conocido, a pesar de la conspiración del silencio que los grandes medios de comunicación intentaron imponer. Según el Ministro del Interior de la República Francesa, Adtien Tixier, en Francia metropolitana se produjeron, entre la liberación y Febrero de 1945, unas 105.000 ejecuciones sumarias de colaboracionistas. Esta cifra no incluye más que ciudadanos franceses lapidados. El número de soldados alemanes prisioneros, sumariamente ejecutados, más los soldados alemanes y los ciudadanos franceses condenados a muerte por "crímenes de guerra" o por "inteligencia con el enemigo" no ha podido ser establecido, aunque se sabe que, solamente en la Provenza, más de 50.000 soldados alemanes y "traidores" franceses fueron masacrados sin juicio por los maquisards
El escritor francés Jean Paulhan y el periodista americano Donald Robinson encuentran esta cifra muy prudente. Robinson cree que, en Provenza, la realidad debe hacercarse más a los setenta mil que a los cincuenta mil, y en toda Francia debe andar cerca del doble de esa cantidad. He aquí cómo se expresa el popular periodista yanki:
"Desde Toulouse hasta Niza se desencadenó un verdadero infierno del crimen y de la estupidez; la presencia de las tropas americanas frenó algo el desbordamiento de las pasiones. Hubo, incluso, muchos americanos entre las víctimas; en numerosas ocasiones nuestros soldados fueron apaleados a muerte por muchedumbres histéricas, instigadas y atizadas por elementos del Partido Comunista Francés. Perdimos, así, varios centenares de hombres".
Un escritor inglés, Frank McMillan escribió a este respecto:
"El Jefe de la División Histórica del Ejército Americano dijo que el número de combatientes miembros de unidades paramilitares, como la Milicia del Régimen de Vichy que fueron sumariamente ejecutadas en la zona mediterránea francesa, entre Junio de 1944 y Febrero de 1945, oscila alrededor de 50.000. Luego, las matanzas prosiguieron, pero a ritmo más lento".
Queremos llamar la atención del lector sobre un punto generalmente olvidado. La lucha armada entre los ejércitos alemán y francés duró, oficialmente, unos diez meses; en la práctica, cuarenta días, entre Mayo y Junio de 1940. Los datos oficiales de muertos franceses a consecuencia de la guerra dan la cifra, exacta, de 318.671. Pues bien, tomando la consideración los 105.000 ejecutados sumariamente por los liberadores; más los 50.000 linchados en Provenza (tomando los datos más bajos), más los linchados en el resto de Francia (cifra desconocida, pero seguramente no inferior a la de la región de la Provenza), más los franceses víctimas de los raids terroristas de la aviación aliada (unos 8.000) más los franceses muertos, de uno y otro bando en las luchas fratricidas entre gaullistas y petainistas en Siria, el Líbano, Madagascar, Túnez, Argelia y el África Ecuatorial, se deduce que, de los muertos en la guerra, de nacionalidad francesa, dos terceras partes, aproximadamente, fueron muertos por otros franceses y, eventualmente, por sus aliados occidentales. De cada tres franceses que murieron en la guerra, dos fueron enviados ad patres por otros franceses. Naturalmente, se echará la culpa a Hitler. Es lo cómodo.
Jean Paulhan, escritor francés de primera fila, escribió una célebre "Carta a los directores de la Resistencia", en la que, entre otras cosas, decía:
" ...No hay crimen que no hayáis perpetrado. No hay infamia que no hayáis cometido. No hay villanía a la que no os hayáis rebajado. Habéis cometido, al ciento por uno, todas las felonías de que habéis acusado a un enemigo que, cuando lo teníais cerca, os inspiraba un santo pavor. Me repugnáis. Me dais náuseas. Sois innobles. Lo único que lamentaré siempre es haber estado a vuestro lado".
No es de extrañar que, a la vista de cómo los franceses trataban a otros franceses, su comportamiento para con los prisioneros alemanes fuese, si cabe, peor. Hubo de todo. Desde el fusilamiento colectivo de prisioneros alemanes en Annecy hasta las torturas a soldados en Foix, pasando por la matanza de prisioneros de guerra heridos en Evian.
No hay datos concretos acerca del número de prisioneros alemanes masacrados por los maquis, pero Freda Utley, escritora norteamericana que se ha ocupado documentadamente del asunto, cree que, como mínimo, la cifra debe rondar los diez mil.
Citaremos, a título de ejemplo, dos casos entre los muchísimos homologados:
"En Foix (Ariège) el 20 de Agosto de 1944, 57 soldados alemanes que no obedecieron las ordenes recibidas de su Alto Mando de unirse a las columnas de la Wehrmacht que se dirigían hacia el Este, quisieron, no obstante, salvar el honor y no rendirse a las F.F.I. sin, antes, llevar a cabo un simulacro de resistencia. Se atrincheraron dentro del liceo pero, sin disparar un sólo tiro, se rindieron al recibir la primera invitación a deponer las armas. No era, ciertamente, un acto glorioso que añadir al historial de la Wehrmacht, pero, al fin y al cabo, eran viejos guardias territoriales, que no tenían nada de común con la SS ni con la Gestapo, que estaban hartos de la guerra y que preferían constituirse prisioneros antes de combatir. Sin mediar siquiera un simulacro de interrogatorio, fueron amontonados dentro de dos camiones, llevados a una cantera a dos kilómetros de Foix y fusilados en masa. El único oficial que se encontraba entre ellos fue paseado por toda la ciudad, recibió centenares de puntapiés y escupitajos por una gloriosa población, al fin liberada, y fue finalmente colgado de un árbol en la Avenida de la Vilotte, ante el Ayuntamiento. Toda la ciudad de Foix puede testimoniar que ésto es cierto"
"Yo era oficial-Jefe de los servicios de transmisiones de la Sección 446. Durante la retirada de Francia mi unidad fue entregada al mando del Coronel Krappman, en Chantillón-sur- Seine. La unidad se rindió a los americanos, al hallarse cercada y sin municiones, y fue entregada por éstos a los grupos de la Resistencia en el propio Chantillón el 10 de Septiembre de 1944 y provicionalmente internada en un campo de prisioneros montado junto al aeródromo de Chantillón. El jefe de los grupos de maquisards era un tal Barras, o Barrès, que era un cervecero de Chantillón, comunista, que se daba a si mismo el título de Coronel. El 18 de Septiembre, a ordenes de ese "Coronel" y en su presencia, el Coronel Krappman, que se hallaba gravemente herido, dos capitanes, un teniente, un sub-teniente, un suboficial de Estado Mayor, un sargento, un cabo y unos cincuenta soldados, fueron sacados del campo bajo pretexto de llevarlos a un batallón disciplinario. Dos semanas más tarde, supe que unos cincuenta y cinco o sesenta alemanes habían sido fusilados en las cercanías de Chantillón".
(Informe del suboficial de la Wehrmacht Rudolph Krachner, recogido por F. J. P. Veale, historiador inglés).
El testimonio del alemán Krachner lo hubiéramos pasado por alto, fieles a la norma de esta obra, que sólo toma en cuenta los testimonios de parte contraria. Pero hemos decidido mencionarlo por haber sido corroborado por el prestigioso historiador británico citado que dedicó al caso una investigación exhaustiva. Se ha hablado mucho de los maquisards franceses. Creemos que demasiado. Ya hemos hablado, en otro lugar de este libro, de su utilidad puramente "política", al contribuir a envenenar el ambiente y dificultar la colaboración franco-alemana.
En cuanto a su valor militar, Ch. Liddel-Hart, inglés, y autoridad mundial en el campo de la crónica militar, la describe con una sola palabra: "nuisance", palabra inglesa que podríamos traducir, aproximadamente, por "una lata". Pero, ¡atención!, una lata para los angloamericanos. Por razones políticas, el General De Gaulle era informado a priori de los planes militares de los occidentales en Francia; automáticamente las F.F.I. dinamitaban un puente que los angloamericanos pensaban ocupar por sorpresa y utilizarlo para hacer pasar sus tanques por el mismo, o desarrollaban una serie de movimientos sospechosos que ponían sobre aviso al mando alemán. "Hubo que optar por informar al iracundo De Gaulle a posteriori", dice Liddel-Hart .
Algunos espíritus "fuertes" han pretendido, por otra parte, justificar los torpes crímenes de la "Resistencia" basándose en que no eran más que una reacción humana ante los crímenes del ocupante alemán. A tal efecto se ha hablado, a todo trapo, de Oradour-sur-Glane. Sobre Oradour sólo se ha dicho la verdad a medias. He aquí TODA la verdad y nada más. A principios de Julio de 1944, la II División SS Das Reich, en su marcha desde el Sudoeste de Francia, donde estaba acantonada, hacia Normandia, sufrió varios atentados de la Resistencia, que, sin causar pérdidas a la unidad, ciertamente la incordiaban. Pero un buen día el comandante Kempfe y cinco soldados, que se habían rezagado en un pueblecito, llamado Oradour, según parece para comprar unas vituallas, fueron apresados por el maquis. La unidad regresó a: Oradour y, tras ímproba búsqueda, halló los cadáveres de los seis hombres: les habían vaciado las cuencas de los ojos; habían sido mutilados y Kempfe tenía los testículos cortados, introducidos dentro de la boca. El comandante de la unidad -una compañía- ordenó que se apartara a las mujeres y a los niños y que los hombres fueran encerrados en unas granjas. El comandante ordenó luego a sus hombres, amenazándoles con la pistola, que dispararan sus armas automáticas y lanzaran granadas de mano sobre los hombres encerrados. Según unas versiones perecieron 642 personas. Según otras, perecieron unos 1250. El Comandante en Jefe de la División SS Das Reich castigó a la unidad que llevó a cabo la matanza ordenada por su jefe, a expiar el crimen en el campo de batalla. El Jefe fue fusilado. En cuanto a su unidad, estuvo en primera línea hasta el final de la guerra.
Hay que tener presente que, según se demostró luego, por los propios franceses, el pueblo de Oradour era varias veces reincidente en el apoyo a las actividades de los maquisards. Y es que, en ningún caso, un ejército de ocupación puede, impunemente, permitir ser apuñalados por la espalda por tropas irregulares. Por tal motivo el artículo 358 del Código de Justicia Norteamericano tiene prevista la ejecución de rehenes como represalia contra los ataques de guerrilleros. Su cuota es de 200 rehenes por cada militar asesinado. En los artículos 453 y 454 del mismo código para el Ejército Británico, se prevé la ejecución de 20 rehenes por cada soldado inglés. La cuota de los franceses era de 25 a 1, mientras que la cuota alemana era, sólo, de 10 a 1. Por tal motivo, por haber rebasado tan ampliamente el cupo reglamentario fue fusilado por los propios alemanes el comandante que ordenó la masacre de Oradour y castigados los hombres del pelotón de ejecución.
Creemos, además, que debe hacerse hincapié en el hecho de que no hay constancia de que ningún tribunal, civil o militar, de ninguno de los países Aliados, condenará a un sólo criminal de guerra de los homologados como "buenos" por la hagiografía de los vencedores. Si la hay, como en el caso de Oradour de tribunales alemanes dictando penas contra crímenes y abusos cometidos por individuos aislados de la Wehrmacht o de las SS. Otro sí. Ningún ejército de ocupación, en ninguna época y en ningún lugar de este Planeta, ha permitido nunca que le apuñalaran por la espalda los guerrilleros. Los Aliados fueron los primeros que pusieron en práctica esta ley -escrita o no en los códigos militares- al llegar a Alemania. El Mariscal Montgomery anuncio, nada más pisar suelo alemán, que por cada soldado inglés que fuera muerto por paisanos no uniformados, serían fusilados 100 rehenes, lo cual constituía una flagrante violación de las leyes militares inglesas que, como hemos dicho, autorizaban solamente el fusilamiento máximo de veinte rehenes por cada soldado inglés victima de tropas irregulares.
Los franceses, por su parte, dieron una muestra de su manera de entender la sumisión de la población civil en Stuttgart-Sillenbruch, el 28 de Octubre de 1948, tres largos años después de terminada la contienda. Aquél día un soldado de las tropas de Ocupación francesas -un argelino borracho que molestaba a una mujer alemana- fue muerto de un botellazo en la cabeza por un alemán que resultó ser el esposo de la mujer. Los "responsables", como rezaba el comunicado oficial francés fueron pasados por las armas. Seis alemanes fusilados, incluido el ma- rido de la mujer ofendida. Se impuso a la ciudad una multa colectiva de 200000 de Marcos y se dispuso el toque de queda, desde las seis de la tarde hasta la nueve de la mañana, durante tres meses.
No queremos cerrar el penoso dossier de la liberación de Francia sin hacer mención de los procesos políticos contra los miembros de los gabinetes del Gobierno de Vichy. Recordemos que ese gobierno había sido reconocido por todos los del mundo, con la única excepción de la Gran Bretaña, que había inventado, promocionado y protegido el mito De Gaulle. Incluso los Estados Unidos y la URSS habían reconocido al gobierno de Vichy. Pues bien el nuevo gobierno provisional del General De Gaulle, instalado a remolque de los tanques angloamericanos, decretó la ilegalidad del gobierno de Vichy y todos los políticos y funcionarios de cierta categoría que habían servido bajo aquél régimen fueron juzgados por tribunales políticos y, con monótona regularidad, condenados. El Jefe del Estado, el Mariscal Pétain, el héroe de Verdún en la I Guerra Mundial, fue condenado a muerte por traición, pero De Gaulle le conmutó la pena por la prisión perpetua, que cumplió hasta su muerte, a los 95 años de edad. Philippe Laval, Jefe del Gobierno Pétain, fue judicialmente linchado. El Juez le interrumpía continuamente. Los jurados le llamaban cochon (cerdo). Naturalmente, fue condenado a muerte. El General De Gaulle rehusó la petición de gracia presentada por su abogado. Misteriosamente enterado de la negativa de De Gaulle, Laval se envenenó en su celda. Los guardianes que fueron a buscarle para conducirle ante el pelotón de ejecución le encontraron agonizante. Pero la "Justicia" no quiso dejarse escapar esa presa. Reanimado a medias con un lavado de estómago, Laval, medio muerto, fue fusilado sentado en una silla.

Del libro "Los Crímenes de los Buenos" de Joaquín Bochaca
Cap. "La Liberación de Europa"


Fuente: www.revisionismo.net


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