domingo, 1 de noviembre de 2009

Che Guevara

El Carnicero de la Cabaña
"El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar... No hace falta hacer muchas averiguaciones para fusilar a uno. Lo que hay que saber es si es necesario fusilarlo. Nada más... No tengo casa, ni mujer, ni hijos, ni padres, ni hermanos; mis amigos son amigos mientras piensen políticamente como yo".
La fortaleza colonial de San Carlos de La Cabaña, su primer mando (asumido el 3 de enero de 1959) después del triunfo insurreccional, fue el lugar donde más ex militares y funcionarios del gobierno de Batista fueron ejecutados. Algunas estimaciones dan cuenta de unas cuatrocientas ejecuciones en los dos primeros meses, asi como el funcionamiento de cuatro tribunales simultáneamente, sin abogados ni testigos de descargos, llegando a juzgarse, contemplando la pena capital, hasta ochenta personas en juicios colectivos". El propio Che -que dirigió personalmente el proceso contra representantes del régimen depuesto- era aficionado a ejecutar a sus víctimas puestos contra la pared. Por ello se ganó el apodo de “EL CARNICERO DE LA CABAÑA”.
"El Che nunca trató de ocultar su crueldad, por el contrario, entre más se le pedía compasión más él se mostraba cruel. El estaba completamente dedicado a su utopía. La revolución le exigía que hubiera muertos, él mataba; ella le pedía que mintiera, él mentía. En La Cabaña, cuando las familias iban a visitar a sus parientes, Guevara, en el colmo del sadismo, llegaba a exigirles que pasaran delante del paredón manchado de sangre fresca", sostenía el ex-capellán de La Cabaña, el sacerdote Javier Arzuaga.
En esa fortaleza-prisión había opositores políticos y gente inocente, pero el Che no dudaba en ejecutar personalmente a traidores o sospechosos de serlo. En las sentencias prefabricadas, que él mismo revisaba y aprobaba, no cabía el titubeo de la duda razonable. Su divisa era: “Ante la duda, MATA". Sus órdenes, por otro lado, no siempre estaban exentas de esa "fina ironía" que cautivó a más de un intelectual "progresista". En ocasiones mandaba al paredón escribiendo esta nota breve y terminante: "Dale aspirina". La macabra aspirina del Che cundió de tal modo que incluso se le llegó a aplicar a antiguos compañeros de armas. Tiempo después él mismo pudo comprobar en carne propia lo que es la aspirina socialista, nada menos que de sus propios camaradas de la guerrilla boliviana.San Carlos de La Cabaña era una fortaleza de piedra convertida en cuartel militar donde se llevaban a cabo las ejecuciones. Se fusilaba de lunes a viernes, en horas de la madrugada, poco después de dictar sentencia y declarar sin lugar la apelación. En la cárcel de La Cabaña convivían unos 800 hombres hacinados en un espacio pensado para no más de 300: militares, miembros de algunos de los cuerpos de la policía, periodistas, empresarios, comerciantes...
No demoren las causas, esto es una revolución, no usen métodos legales burgueses; el mundo cambia, las pruebas son secundarias. Hay que proceder por convicción. Sabemos para qué estamos aquí. Estos son una pandilla de criminales, asesinos, esbirros... Yo los pondría a todos en el paredón y con una cincuenta ratatatatata! a todos... No soy Cristo ni un filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas en las que creo con todas las armas de que dispongo y trato de dejar muerto al otro para que no me claven en ninguna cruz o en ninguna otra cosa... Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cual sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba... El camino pacífico está eliminado y la violencia es inevitable. Para lograr regímenes socialistas habrán de correr ríos de sangre y debe continuarse la ruta de la liberación, aunque sea a costa de millones de víctimas atómicas."
Entre sus obras más “brillantes” se encuentra la creación del primer campamento de trabajos forzados, Guanahacabibes. Fue establecido en Cuba occidental hacia el final de 1960. Así es como el Che explicaba la función desempeñada por este método de confinamiento: “A Guanahacabibes se manda a la gente que no debe ir a la cárcel, la gente que ha cometido faltas a la moral revolucionaria de mayor o menor grado... es trabajo duro, no trabajo bestial".
Este campamento fue el precursor del confinamiento sistemático, a partir de 1965 en la provincia de Camagüey, de disidentes, homosexuales, y todo ciudadano catalogado como "escoria contrarrevolucionaria" , bajo la bandera de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Hacinados en autobuses y camiones, los “inadaptados” eran transportados a punta de pistola a los campos de concentración organizados sobre la base del modelo de Guanahacabibes. Algunos nunca regresarían. Otros serían violados, golpeados o mutilados, y la mayoría quedarían traumatizados de por vida.
Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a sus casas, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle que tenga un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego…atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerle sentir una fiera acosada por cada lugar que transite”. Escritas y enviadas a la “Tricontinental” (La Voz Impresa del Tercer Mundo) de La Habana, en mayo de 1967, desde el corazón de la selva boliviana. En su obra "Guerra de Guerrillas", afirma lo siguiente: "El terrorismo debe considerarse como factor valioso cuando se utiliza para ajusticiar a algún connotado dirigente de las fuerzas opresoras, caracterizado por su crueldad, por su eficiencia en la represión, por una serie de cualidades que hacen de su supresión algo útil".
Profeta del odio y engendro del mal fue inspirador y responsable de la guerra subversiva que bandas terroristas desencadenaron en la Argentina en la década del setenta abriendo una herida que muchos se empeñan en mantener abierta.
Con su muerte, murió el hombre y nació la Farsa.

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